«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

Lecciones en Audio

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Lecciones de Escuela Sabática en Audio

Lección 07 – La Ley y la gracia

La mayoría de las confesiones cristianan enseñan sobre la Ley y la gracia, y comprenden la relación entre las dos. La Ley es la norma de santidad y justicia de Dios, y la violación de esa ley es pecado. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Y, como todos hemos violado esa ley (“Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado” [Gál. 3:22, NVI]), es solo la gracia de Dios lo que puede salvarnos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efe. 2:8). (Por supuesto, está el “pequeño detalle” del rol del día de reposo sabático como parte de la Ley. No obstante, por diversas razones, muchos cristianos están decididos –al menos por ahora– a rechazar el sábado, y proponen todo tipo de argumentos para justificar su rechazo; pero ese es otro tema.)
Aunque se expresa de diferentes maneras y en diversos contextos, el tema de la Ley y la gracia indudablemente se encuentra en toda la Biblia, incluyendo el libro de Deuteronomio. Sí, Deuteronomio también presenta la relación entre la Ley y la gracia, pero en un contexto peculiar.

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Lección 06 – “Porque ¿qué nación grande hay…?”

Los primeros tres capítulos de Deuteronomio fueron básicamente una lección de historia, al recordarle al pueblo lo que había pasado hasta ese momento. Para cuando llegamos al capítulo 4, la lección de historia cambia más a un modo sermón, con una finalidad: mostrar el poder y la gracia de Dios obrando entre el pueblo y que, aunque cometieron errores, el Señor todavía iba a honrar su pacto con ellos.
El capítulo 4 comienza con la palabra hebrea (una conjunción y un adverbio), we‘attah, que puede traducirse como “Y ahora” o “Ahora, pues”. Acababan de repasar su historia reciente, un recordatorio de lo que Dios había hecho al guiarlos hasta este punto; entonces, o “ahora, pues”, deben hacer lo que Dios les dice que hagan en respuesta (ver también Deut. 10:12).
El primer verbo hebreo que aparece después de “Ahora, pues” es shema’, el mismo verbo que se usa al principio de la oración Shemá, y significa “escucha”, “oye” u “obedece”, un verbo que se repite a lo largo de Deuteronomio. En otras palabras, es como si el capítulo comenzara diciendo: “Ahora, pues, Israel, debido a lo que hice por ti, debes obedecer lo siguiente…”

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Lección 05 – “El extranjero dentro de tus puertas”

Como leímos la semana pasada, cuando un escriba le preguntó acerca de “el primer mandamiento de todos” (Mar. 12:28), Jesús respondió afirmando que Dios es uno, y luego dijo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mar. 12:30).
Sin embargo, Jesús prosiguió, y expresó algo sobre lo que el escriba no había preguntado: el segundo Mandamiento. Sabiendo lo importante que era, Jesús dijo: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mar. 12:31).
¿Ningún mandamiento mayor que estos? Jesús conectó el amor a Dios y el amor al prójimo en un solo mandamiento, y ese mandamiento era el mayor de todos.
Una vez más, Jesús no inventó algo nuevo, algo que los judíos no habían escuchado antes. El llamado a amar a Dios por sobre todo y la idea de amar al prójimo y de amar a los demás como una forma de expresar nuestro amor a Dios fueron tomados del libro de Deuteronomio.

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Lección 05 – “El extranjero dentro de tus puertas”

Como leímos la semana pasada, cuando un escriba le preguntó acerca de “el primer mandamiento de todos” (Mar. 12:28), Jesús respondió afirmando que Dios es uno, y luego dijo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mar. 12:30).
Sin embargo, Jesús prosiguió, y expresó algo sobre lo que el escriba no había preguntado: el segundo Mandamiento. Sabiendo lo importante que era, Jesús dijo: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mar. 12:31).
¿Ningún mandamiento mayor que estos? Jesús conectó el amor a Dios y el amor al prójimo en un solo mandamiento, y ese mandamiento era el mayor de todos.
Una vez más, Jesús no inventó algo nuevo, algo que los judíos no habían escuchado antes. El llamado a amar a Dios por sobre todo y la idea de amar al prójimo y de amar a los demás como una forma de expresar nuestro amor a Dios fueron tomados del libro de Deuteronomio.

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Lección 04 – “Amarás al Señor tu Dios”

En la religión judía, una de las oraciones más importantes se extrae de Deuteronomio 6. Se la conoce como el “Shemá”, basado en la primera palabra hebrea de la oración, de la raíz, shemá‘, que significa “escuchar”, o incluso “obedecer”; una palabra que aparece una y otra vez, no solo en Deuteronomio sino en todo el Antiguo Testamento.
La primera línea del Shemá –en hebreo– dice así: Shemá, Israel, Adonai Elohenu, Adonai ejad.
Significa: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4). En la tradición judía, esta Escritura se repite como una oración, con los ojos tapados, con la intención de que nada distraiga de pensar en Dios. Esta primera línea del Shemá se considera una afirmación de la naturaleza monoteísta de Adonai Elohenu, “Jehová nuestro Dios”, y la lealtad de Israel solo a él y a ningún otro “dios”. De hecho, también se podría leer como “Jehová es nuestro Dios”.
Esta línea es parte del primer discurso que Moisés les dio a los hijos de Israel cuando estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida. Sin embargo, lo que sigue a esa línea de apertura es una poderosa expresión de la verdad que sigue siendo tan esencial ahora como lo fue entonces.

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Lección 03 – El Pacto perpetuo

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Observa, es “el evangelio eterno”, que siempre existió, que siempre estuvo allí, que se nos prometió en Cristo Jesús “desde antes del comienzo del tiempo” (Tito 1:2, RVA-2015).
Por lo tanto, no es de extrañar que la Biblia hable en otras ocasiones sobre el pacto “perpetuo”, “eterno” o “sempiterno” (Gén. 17:7; Isa. 24:5; Eze. 16:60; Heb. 13:20), porque la esencia del evangelio es el Pacto, y la esencia del Pacto es el evangelio: Dios, por su gracia y su amor salvíficos, te ofrece una salvación que no mereces y que nunca podrás ganar; y tú, en respuesta, le devuelves el amor “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mar. 12:30); un amor que se manifiesta por la obediencia a su Ley: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3).
Esta semana veremos la idea del Pacto según se expresa en el libro de Deuteronomio, donde el Pacto y todo lo que este implica se ponen de manifiesto.

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Lección 02 – La lección de historia de Moisés

“Estas son las palabras que habló Moisés” (Deut. 1:1). Así comienza el libro de Deuteronomio. Y, aunque Moisés y la presencia de Moisés dominan el libro, desde estas palabras iniciales hasta su muerte en la tierra de Moab (Deut. 34:5), Deuteronomio (como toda la Biblia) en realidad tiene que ver con el Señor Jesús. Porque él es quien nos creó (Gén. 1; 2; Juan 1:1-3), nos sostiene (Col. 1:15-17; Heb. 1:3) y nos redime (Isa. 41:14; Tito 2:14). Y, en un sentido más amplio de esas palabras, Deuteronomio revela cómo el Señor siguió creando, sosteniendo y redimiendo a su pueblo en este momento crucial en la historia de la salvación.
Básicamente, justo cuando los hijos de Israel están por entrar en Canaán, Moisés les da una lección de historia, un tema que se repite en toda la Biblia: recuerden lo que el Señor ha hecho por ustedes en el pasado. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (NB 193).

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Lección 01 – Preámbulo de Deuteronomio

El libro de Deuteronomio, por supuesto, no surgió de la nada. Como todo en la vida, Deuteronomio existe en un contexto; y –como todo en la vida– ese contexto juega un papel importante en la interpretación de lo que significa el libro y cuál es su propósito.
Lo precedió mucha historia, una historia que explica las circunstancias, no solo del libro en sí, sino también del mundo y el entorno que crean su contexto. Así como sería difícil entender el propósito y la función de un limpiaparabrisas fuera del contexto de un automóvil, sería difícil entender Deuteronomio –especialmente nuestro enfoque (Deuteronomio y la Verdad Presente)– fuera del contexto en el que surgió este documento bíblico.
Alguien leyó La guerra y la paz, del escritor ruso León Tolstói, unas mil quinientas páginas, en solo tres días. Cuando se le preguntó de qué trataba el libro, el lector respondió: “Se trata de Rusia”.
Abarcar en una lección semanal los miles de años de historia antes de llegar a Deuteronomio es hacer algo parecido. Pero, al centrarnos en los aspectos más destacados, podemos ver el contexto necesario para comprender mejor este libro, tan lleno de la “Verdad Presente”.

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Lección 13 – El descanso supremo

¿Alguna vez sentiste que estabas en medio de una gran batalla, una especie de lucha entre el bien y el mal? Y nos sentimos así porque, bueno, es verdad: estamos en una gran batalla entre el bien y el mal,
entre Cristo (el bueno) y Satanás (el malo).
Por ende, la vida en realidad sucede en dos niveles. El Gran Conflicto entre Cristo y Satanás está teniendo lugar a escala mundial; por cierto, incluso en un nivel cósmico, porque en el cielo es donde comenzó (Apoc. 12:7). No obstante, en la confusión de los acontecimientos, podemos perder fácilmente el cuadro general del plan de escape que Dios ideó para este mundo. Las guerras, la agitación política y los desastres naturales pueden causarnos terror e indefensión. Pero la conducción profética de Dios puede ayudarnos a tener presente el panorama general de hacia dónde vamos y cómo llegaremos allí.
El Gran Conflicto también se está librando en un nivel mucho más personal. Todos enfrentamos individualmente los desafíos de la fe en nuestra vida diaria, y si no vivimos hasta la segunda venida de Jesús, también enfrentaremos la muerte. Esta semana, veremos cómo podemos descansar en Jesús frente a las agitaciones globales y nuestro futuro personal incierto, al menos a corto plazo. ¡A largo plazo, las cosas se ven muy prometedoras, por cierto!

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Lección 12 – El profeta sin descanso

Una de las historias más interesantes de las Escrituras debe ser la de Jonás. Allí estaba él, un profeta de Dios, alguien llamado por Dios, y sin embargo, ¿qué? Huye del llamado de Dios. Entonces, después de haber sido persuadido de una manera dramática de cambiar de opinión y obedecer al Señor, lo hace; pero ¿solo para qué? ¡Para quejarse porque el pueblo al que fue llamado a testificar se arrepintió y se salvó de la destrucción que, de lo contrario, le habría tocado!
¡Qué ejemplo de alguien sin descanso, sin paz, hasta el punto de ex- clamar: “Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida” (Jon. 4:3)! El mismo Jesús se refirió a la historia de Jonás, diciendo: “Los habitantes de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Jonás” (Mat. 12:41, NVI). ¡Más grande que Jonás, sin duda! De otra ma- nera, no podría ser nuestro Salvador.
Esta semana, veamos a Jonás y lo que podemos aprender de su falta de descanso y paz.

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