«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 07 – Tu amor es grande hasta los cielos

Los salmistas reconocen que son espiritualmente pobres y que no tienen nada bueno para ofrecer a Dios; es decir, que no tienen nada en sí mismos que los recomiende ante el santo Trono de Dios (Sal. 40:17). Entienden que, como todos nosotros, necesitan gracia, la gracia de Dios.
En resumen, necesitan el evangelio.
Los salmos subrayan el hecho de que la gente depende de la misericordia de Dios por completo. Afortunadamente, la misericordia de Dios es eterna, como lo demuestran la Creación de Dios y la historia del pueblo de Dios (Sal. 136). Ante el Dios eterno, la vida humana es tan efímera como la hierba, pero Dios se compadece de los seres humanos y renueva sus fuerzas (Sal. 103:3, 5, 15), y en él tienen la promesa de la eternidad.
El pueblo de Dios se consuela con el hecho de que el Señor es fiel a su Pacto. Las súplicas del pueblo, aunque a veces sean apremiantes, suelen estar llenas de esperanza, porque se dirigen a su compasivo Padre celestial (Sal. 103:1; 68:5; 89:26). Las nuevas experiencias de la gracia y el amor de Dios fortalecen su determinación de adorar y servir a Dios; a nadie ni a nada más.

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Lección 06 – Me levantaré

Nuestra época no es la única en la que rugen el mal, la injusticia y la opresión. Los salmistas también vivieron en tiempos así. Por eso, los salmos son también protestas de Dios contra la violencia y la opresión en el mundo; en nuestro mundo y también en el de los salmistas.
Sí, el Señor es piadoso y retiene su ira en su gran paciencia, porque no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se arrepientan y cambien de conducta (2 Ped. 3:9-15). Y, aunque el momento oportuno para la intervención de Dios no siempre coincide con las expectativas humanas, el día del Juicio de Dios se acerca (Sal. 96:13; 98:9). Solo tenemos que confiar en él y en sus promesas hasta que llegue ese día.
Solo el Creador, cuyo Trono se fundamenta en la rectitud y la justicia (Sal. 89:14; 97:2), puede brindar estabilidad y prosperidad al mundo con su Juicio soberano. La dimensión doble del Juicio divino incluye la liberación de los oprimidos y la destrucción de los impíos (Sal. 7:6-17).
Esto es lo que se nos ha prometido, y esto es lo que efectivamente ocurrirá algún día; pero según los tiempos de Dios, no los nuestros, un aspecto que el salmista enfatiza.

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Lección 05 – Cómo cantar la canción del Señor en tierra extraña

No necesitamos adentrarnos en el libro de Salmos para descubrir que los salmos se expresan en un mundo imperfecto, lleno de pecado, maldad, sufrimiento y muerte. La Creación, estable y dirigida por el Señor soberano y sus leyes justas, se ve constantemente amenazada por el mal. A medida que el pecado corrompe el mundo cada vez más, la Tierra se ha convertido más en una “tierra extraña” para el pueblo de Dios. Esta realidad le plantea un problema al salmista: ¿Cómo vivir una vida de fe en una tierra extraña?
Como ya hemos visto, los salmistas reconocen el gobierno soberano y el poder de Dios, así como sus justos juicios. Saben que Dios es la ayuda y el refugio eternos e infalibles en tiempos de angustia. Por eso, los salmistas se sienten a
veces perplejos (¿quién no?) ante la aparente ausencia de Dios y la prosperidad del mal frente al Señor soberano y bueno. La naturaleza paradójica de los salmos como oraciones se demuestra en las respuestas de los salmistas al aparente silencio de Dios. En otras palabras, los salmistas responden a la aparente ausencia de Dios, así como a su presencia.

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Lección 04 – El Señor oye y salva

Una y otra vez, Salmos pone de relieve la verdad de que el Señor soberano, quien creó y sostiene el Universo, también se revela como un Dios personal que inicia y mantiene una relación con su pueblo.
Dios está cerca de su pueblo y de su Creación, tanto en el Cielo como en la Tierra (Sal. 73:23, 25). Aunque “estableció en el cielo su trono” (Sal.103:19) y “cabalga sobre las nubes” (Sal. 68:4), también “está cerca de todo el que lo invoca, del que lo invoca de veras” (Sal.145:18). Los salmos sostienen invariablemente la verdad de que el Señor es el Dios vivo, que actúa en favor de quienes lo invocan (Sal. 55:16-22). Los salmos son significativos precisamente porque están motivados y dirigidos al Dios vivo, que escucha y responde a las oraciones.
Debemos recordar que la respuesta adecuada a la cercanía del Señor consiste en una vida de fe en él y de obediencia a sus mandamientos. Nada que no sea esta fe y esta obediencia será aceptable para él, como a menudo lo reveló la historia de Israel.

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Lección 03 – El Señor reina

Salmos sostiene inquebrantablemente la creencia fundamental en el reinado soberano de Dios. El Señor creó y sostiene todo lo que ha creado. Él es el Rey soberano sobre todo el mundo, y lo gobierna con justicia y rectitud.
Sus leyes y sus estatutos son buenos y dan vida a quienes los cumplen. El Señor es un Juez justo que se asegura de que el mundo permanezca bien ordenado, y lo hace recompensando a los justos y castigando a los impíos; pero según sus tiempos, no los nuestros.
El pacto de Dios con Israel desempeña un papel especial en la redención del mundo, porque anuncia la salvación del Señor. Él adoptó a Israel como su preciada posesión; de entre todas las naciones, hizo de Israel su pueblo. El Señor es fiel a su alianza y sigue cuidando de su rebaño a pesar de su infidelidad y, a veces, de su abierta rebelión.
Así, el gobierno soberano del Señor hace que el mundo esté firmemente establecido y seguro. Los salmistas quieren que el lector comprenda esta verdad fundamental. Con esta visión del mundo como faro, los salmistas buscan prosperar y servir a Dios con devoción absoluta

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Lección 02 – Enséñanos a orar

La creencia de que únicamente la oración espontánea es real (no la oración de memoria) parece prevalecer entre algunos cristianos. Sin embargo, los discípulos de Jesús se sintieron inmensamente recompensados cuando le pidieron que les enseñara a orar. Dios colocó un devocionario, Salmos, en el corazón de la Biblia, no solamente para mostrarnos cómo oraba el pueblo de Dios en la antigüedad, sino también para enseñarnos cómo podemos orar hoy.
Desde la antigüedad, Salmos ha dado forma a las oraciones del pueblo de Dios, incluyendo las de Jesús (1 Crón.16:7, 9; Neh. 12:8; Mat. 27:46; Efe. 5:19). Esta semana, analizaremos el papel que desempeñaron los salmos para ayudar al pueblo de Dios a transitar su vida de peregrinaje y a crecer en su relación con Dios. Debemos recordar que los salmos son oraciones y, como tales, tienen un valor incalculable, no solo por su información teológica, sino también por el modo en que pueden enriquecer y transformar nuestras oraciones individuales y colectivas.
Orar los salmos ha ayudado a muchos creyentes a establecer y afianzar una vida de oración habitual y satisfactoria. Esta semana, seguiremos examinando Salmos, especialmente en el contexto de las ocasiones en que las cosas no nos van muy bien.

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Lección 01 – Cómo leer Salmos

La misión encuentra su origen y su finalidad únicamente en Dios. Esta misión no comenzó con el llamado a Abram (Gén. 12:1-4) ni con el Éxodo (Éxo. 12:31-42). Ni siquiera comenzó con Jesucristo en la Tierra (Mat. 1:18-25) ni con los viajes misioneros de Pablo (Hech. 13:4-14:26). Esta misión comenzó con Dios mismo, cuando trajo a la existencia el Universo y luego creó a la humanidad (Gén. 1:26, 27).
En las Escrituras, vemos a un Dios que intencionalmente se acerca a sus hijos y desea estar con ellos. Desde el principio, establece una relación con Adán y con Eva. Aun después de la entrada del pecado, él continúa con su misión. Pero esa misión ahora es restablecer su relación con la humanidad. Finalmente, la misión de Dios se cumplirá (Apoc. 21-22), y por esta razón debemos motivarnos en la labor de proclamar el evangelio eterno al mundo (Apoc. 14:6, 7).
Por lo tanto, el fundamento de todo esfuerzo misionero debe centrarse en una relación con el Creador y en la comprensión adecuada de su naturaleza y su carácter misioneros.

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Lección 13 – El fin de la misión de Dios

El libro de Apocalipsis llena la mente de escenas del fin. El epicentro del libro está en el conflicto cósmico entre Cristo y Satanás. Satanás ha perdido su dominio pretendidamente legal sobre la Tierra, y ahora persigue a aquellos que permanecen leales a Dios. El libro culmina con el regreso de Jesús para liberar a sus hijos. El libro nos muestra también la destrucción de Satanás y de los malvados por medio del fuego, y el establecimiento por parte de Jesús de su Reino eterno en la Tierra hecha nueva.
Los estudiosos del Apocalipsis exploran con entusiasmo y tratan de identificar las señales y los acontecimientos predichos que marcan la historia de la iglesia desde el siglo I d.C. hasta nuestros días, en el tiempo del fin. Y hacen bien.
Sin embargo, en la última lección de este trimestre, veremos que el Apocalipsis es un libro misionero centrado en un Dios misionero que nos llama a ser una iglesia misionera. Nuestro llamado a proclamar la “verdad presente” al mundo existirá hasta que todos hayan tomado la decisión a favor o en contra de Dios.

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Lección 12 – Ester y Mardoqueo

Uno de los relatos más inspiradores de la Biblia, un relato de “ministerio transcultural”, se encuentra en el libro de Ester. Por milenios se ha escrito mucho sobre este libro, y hasta el día de hoy muchos judíos celebran la fiesta de Purim, basada en Ester 9:26 al 31.
Ester y su pariente Mardoqueo eran judíos que vivían en la capital del Imperio Persa, Susa. Por alguna razón, a diferencia de otros judíos que habían regresado a Judá, ellos, junto con otros, se quedaron en la tierra de su cautiverio.
Entonces, por una serie de providencias, Ester se convierte en reina. “Y el rey amó a Ester más que a todas las mujeres, y halló más gracia y más favor ante
él que todas las doncellas; y puso la corona real en su cabeza y la declaró reina en lugar de Vasti” (Est. 2:17).
En esa función, Ester, aunque a regañadientes, pudo desempeñar un papel importante en la historia bíblica. A su manera, esta historia muestra cómo el pueblo de Dios, incluso en entornos extranjeros, puede dar testimonio de la verdad.
Si tienes tiempo, lee (u ojea) el libro de Ester para el estudio de esta semana.

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Lección 11 – Misión en favor de los no alcanzados: Segunda parte

Desde el principio, un Dios amoroso buscó a sus hijos perdidos (Gén. 3:9); y, hasta hoy, este mismo Dios amoroso sigue tratando de alcanzar a los
perdidos (ver Apoc. 14:6-12), incluyendo a los perdidos de las ciudades. En 2018, la ONU publicó sus últimas estadísticas, según las cuales el 55 % de la
población del planeta vive en zonas urbanas, y esta cifra aumentará (si el tiempo dura) hasta el 68 % en 2050. No tenemos opción: debemos dar testimonio a los
que viven en las ciudades.
Sin embargo, muchos miembros del pueblo de Dios actúan como Jonás cuando son llamados a dar testimonio en una ciudad: por la razón que sea,
huyen de la tarea. Cuando estuvo sobre la Tierra, Jesús ministró no solo a los habitantes de las ciudades de Israel, sino también a los de regiones extranjeras; es decir, a los de fuera de la nación judía y del pueblo elegido.
Esta semana, estudiaremos el relato bíblico de la misión de Cristo a Tiro y Sidón, y extraeremos lecciones para aplicarlas a nuestra vida actual.

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