«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lecciones de Escuela Sabática en Audio

Lección 04 – Dios es apasionado y compasivo

A menudo se considera que las emociones son indeseables y deben evitarse.
Para algunos, son intrínsecamente irracionales y, por lo tanto, las personas de bien no deberían ser «emotivas». Según cierta escuela filosófica
griega de la antigüedad, la persona ideal era «racional», insensible a las pasiones y soberana sobre sus emociones mediante el raciocinio.
Las emociones desenfrenadas pueden ser problemáticas. Sin embargo, Dios nos creó con la capacidad de experimentar emociones. Además, él mismo es
retratado en las Escrituras como quien experimenta emociones profundas. Si es así, estas no pueden ser intrínsecamente malas o irracionales, pues el Dios
de la Biblia posee una bondad y una sabiduría perfectas.
Aunque hay hermosas verdades derivadas del hecho de que el amor de Dios por nosotros es profundamente emocional, no debe perderse de vista que ese
amor no es idéntico a las emociones humanas.

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Lección 03 – Para agradar a Dios

Imagina la siguiente situación: En el Día del Padre, un niño de cinco años se acerca a su progenitor con un regalo mal envuelto y se lo entrega emocionado.
El padre le dice: «Hijo, no me importa tu regalo. Al fin y al cabo, no hay nada que puedas darme que me satisfaga. Cualquier cosa que me des la puedo conseguir yo mismo, la he comprado con mi dinero o está hecha con materiales
que yo he pagado. Así que, guárdate tu regalo. No lo necesito ni lo quiero. Pero aun así te amo».
¿Qué te parece la reacción imaginaria de ese padre? Vienen a mi mente palabras como «sin corazón», «frío» e «insensible». ¿Es así como Dios nos responde?
¿Podemos agradar a Dios? Aunque sea difícil de imaginar, incluso nosotros, seres caídos, corrompidos por el pecado y propensos al mal, podemos agradar a Dios. En otras palabras, Dios no nos considera a nosotros ni los dones que le
traemos con la actitud de ese padre. Al contrario, podemos agradar a Dios, pero solo por medio de Cristo.

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Lección 02 – Amor pactual

Se ha enseñado a muchos que la palabra griega agapē se refiere al amor exclusivamente divino, y que otros términos, también traducidos como amor –tal el caso de filia (del verbo fileō)–, designan sentimientos menos sublimes que agapē. Algunos afirman también que agapē se refiere a un amor unilateral, el de alguien que ama pero nunca recibe amor, un amor totalmente independiente de la respuesta humana.
Sin embargo, un estudio cuidadoso del amor divino a lo largo de la Escritura muestra que estas ideas, aunque comunes, son erróneas. En primer lugar, el término griego agapē se refiere no solo al amor de Dios, sino también al amor humano, incluso a veces al amor humano mal dirigido (por ejemplo, en 2 Tim. 4:10). En segundo lugar, a lo largo de la Escritura, muchos términos distintos de agapē se refieren al amor de Dios. Por ejemplo, Jesús enseñó que «el mismo Padre los ama [fileō], porque ustedes me han amado [fileō]» (Juan 16: 27, RVC).
Aquí, el término griego fileō se utiliza no solo para referirse al amor humano, sino también al amor de Dios por los seres humanos. Por tanto, fileō no debe interpretarse como un amor inferior, sino como una expresión auténtica del amor divino.
Las Escrituras también enseñan que el amor de Dios no es unilateral, sino profundamente relacional, en el sentido de que para Dios supone una profunda diferencia que los seres humanos reflejen o no su amor por él y por los demás.

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Lección 01 – Dios ama de pura gracia

Aunque Pedro negó a Jesús tres veces, tal como Jesús había predicho (Mat. 26:34), esas negaciones no fueron el final de la historia. Después de la resurrección, Jesús le preguntó: «‘Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?’ Le respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo:
‘Apacienta mis corderos’. Volvió Jesús a preguntarle: ‘Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?’ Pedro le respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes que te quiero’. Le dijo: ‘Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le preguntó: ‘Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?’ Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez ‘¿Me quieres?’, y respondió:
‘Señor, tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas'» (Juan 21:15-17). Así como Pedro había negado a Jesús tres veces, Jesús restauró a Pedro tres veces por medio de la pregunta crucial: «¿Me amas?» Por diferentes que sean nuestras circunstancias de las de Pedro, en muchos aspectos el principio es el mismo. Es decir, la pregunta que Jesús había hecho a Pedro es, en realidad, la pregunta definitiva que Dios nos hace a cada uno de nosotros en nuestro tiempo y lugar: ¿Me amas? Todo depende de nuestra respuesta a esa pregunta.

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Lección 13 – Epílogo: Conocer a Jesús y su Palabra

El Evangelio de Juan, como el de Marcos, termina con un encuentro en Galilea.
Esta última lección acerca del Evangelio de Juan se refiere a ese encuentro, pero lo integra con el tema de cómo conocemos a Jesús y la Palabra de Dios, un concepto que recorre el cuarto Evangelio.
Aunque llevaban más de tres años con Jesús y él les había anunciado una y otra vez lo que sucedería, los discípulos seguían sin estar preparados para la crucifixión y la resurrección. Por desgracia, no habían prestado atención a sus palabras.
Corremos hoy el mismo peligro: oír o leer la Palabra de Dios sin escucharla, sin prestarle atención, sin permanecer en ella, sin obedecerla. Es decir, no aceptarla como la luz que debe guiar nuestros pensamientos y acciones. Desgraciadamente, demasiados cristianos se encuentran en esta situación, tal vez sin darse cuenta.
En esta última semana de estudio del Evangelio de Juan, analizaremos algunos de los puntos clave de este documento que pueden ayudarnos a ir más allá del mero conocimiento intelectual acerca de Jesús para, en cambio, conocerlo mejor y permanecer más estrechamente unidos a él y a su Palabra.

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Lección 12 – La hora de la gloria: la Cruz y la Resurrección

La crucifixión y la resurrección de Jesús son el punto culminante del libro de Juan. Los diez primeros capítulos abarcan aproximadamente tres años y medio; los capítulos 11 al 20, en cambio, abarcan entre una y dos semanas. Los cuatro evangelios presentan la muerte de Jesús de maneras diferentes.
Aunque sus relatos son compatibles, cada autor hace hincapié en puntos clave que resuenan especialmente con los temas de su Evangelio. Mateo hace hincapié en el cumplimiento de las Escrituras; Marcos, en el paralelismo entre el bautismo de Jesús y la Cruz; y Lucas, en la Cruz como sanación y salvación (la historia del ladrón en la cruz).
Pero Juan presenta la Cruz como la entronización de Jesús, especialmente vinculada a la idea de la hora, a la que se hace referencia en numerosas ocasiones a lo largo del libro (Juan 7:30; 8:20; 12:27). Esta idea de entronización es una imagen paradójica, ya que la crucifixión era la forma más ignominiosa y vergonzosa de morir que utilizaban los romanos. Este contraste apunta a la descripción profundamente irónica que presenta Juan: Jesús muere de una manera vergonzosa, pero esa muerte es al mismo tiempo su gloriosa entronización como Salvador.

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Lección 11 – El Padre, el Hijo y el Espíritu

El Evangelio de Juan es un mosaico de temas. Juan recurre a las señales (milagros) para demostrar que Jesús es el Mesías prometido por los profetas.
Juan utiliza una serie de testigos para proclamar a Jesús como el Cristo.
También utiliza las afirmaciones “YO SOY” para señalar su divinidad.
Los tres miembros de la Deidad son mencionados en Juan 1 (vers. 1-4, 14, 18, 32-34). Durante siglos, los seres humanos han intentado comprender plenamente la naturaleza de la Deidad, pero como eso no es posible, muchos niegan su existencia. Sin embargo, no es inteligente rechazar algo solo porque no podemos comprenderlo plenamente o porque no encaja en los estrechos límites del razonamiento humano.
Juan dice que, si quieres entender a Dios, debes mirar a Jesús y lo que ha sido revelado en la Palabra. Este enfoque nos abre todo un mundo nuevo de relaciones entre los tres miembros de la Deidad, entre ellos y los seres humanos, y entre los propios seres humanos. La lección de esta semana examina cómo el Evangelio de Juan presenta al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero ahora en el contexto del discurso de despedida de Jesús (Juan 13-17).

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Lección 10 – El Camino, la Verdad y la Vida

El Evangelio de Juan se divide en cuatro secciones principales:
El prólogo (Juan 1:1-18), la sección acerca de las señales (Juan 1:19-12:50), la sección acerca de la gloria (Juan 13:1-20:31) y el epílogo (Juan 21:1-25). Hasta ahora, el estudio se ha centrado principalmente en el prólogo y en la sección dedicada a las señales, donde se expone quién es Jesús a través de sus milagros o señales, diálogos y enseñanzas. Las lecciones se centran ahora en la tercera sección de Juan, la que se concentra en la gloria.
Curiosamente, las famosas siete afirmaciones “YO SOY” forman un puente entre la sección de las señales y la de la gloria. Esas siete afirmaciones son: “[Yo soy] el pan de vida” (Juan 6:35, 41, 48, 51), “[Yo soy] la luz del mundo” (Juan 8:12; 9:5), “[Yo soy] la puerta” (Juan 10:7, 9), “[Yo soy] el buen pastor” (Juan 10:11, 14), “[Yo soy] la resurrección y la vida” (Juan 11:25), “[Yo soy] el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6) y “[Yo soy] la vid verdadera” (Juan 15:1, 5).
La lección de esta semana comenzará con el propósito del discurso de despedida y su introducción con el significativo episodio del lavamiento de los pies de los discípulos por parte de Jesús. Luego, se abordará la declaración “YO SOY” del capítulo 14 (“Yo soy el camino, la verdad y la vida”).

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Lección 09 – La Fuente de la vida

En el Evangelio de Juan, cuando preguntaron a Jesús quién era, respondió: “YO SOY”, una referencia inequívoca a la Deidad, al Señor mismo, quien
se había identificado así al presentarse ante Moisés en la zarza ardiente: “Yo soy el que soy” (Éxo. 3:14). Y este mismo Dios, el “YO SOY”, “se hizo carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. Y vimos su gloria, gloria que, como Hijo único, recibió del Padre” (Juan 1:14).
El título “YO SOY” está presente en todo el Evangelio de Juan. El versículo para memorizar de esta semana refleja ese tema: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). El “YO SOY” es la Luz del mundo, el Pan de vida, la Puerta de las ovejas, el Buen Pastor y la Vid verdadera.
Esta semana continuaremos estudiando la revelación de Dios que nos ofrece Juan. También exploraremos más a fondo el rechazo de Jesús por parte de algunos a pesar de las poderosas evidencias de que era el Mesías. Estudiaremos este fenómeno por dos razones: para evitar el mismo error y para considerar cómo podemos alcanzar a quienes corren actualmente el peligro de cometer ese error.

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Lección 08 – El cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento

En el Evangelio de Juan se aprecia todo lo que Jesús dijo e hizo como demostración de que era el Cristo, el Mesías prometido a Israel. Además, vino
como un integrante del pueblo del Pacto, como un judío nacido en Belén, tal como lo habían predicho las Escrituras.
Sin embargo, como escribió Juan, “en el mundo estaba, y aunque el mundo fue hecho por él, el mundo no lo reconoció” (Juan 1:10).
¿Estaba en el mundo que él mismo creó, pero el mundo no lo conoció? Es una afirmación asombrosa. Como podemos ver en los cuatro evangelios, muchos
no lo reconocieron como quien realmente era aunque deberían haberlo hecho, especialmente en vista de todo lo que Jesús dijo e hizo, y más aún, porque las
Escrituras del Antiguo Testamento lo señalaban claramente.
Esta semana veremos otras maneras por las que Juan reveló a Jesús como el Mesías, y también por qué algunos siguieron rechazándolo a pesar de las
poderosas evidencias de que era el Cristo.
¿Qué podemos aprender de sus errores?

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