«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lecciones de Escuela Sabática en Audio

Lección 03 – Monumentos de gracia

El policía hizo una señal y Juan tuvo que detenerse. El agente le pidió la licencia de conducir. En ese momento, Juan se dio cuenta de que había dejado su billetera con la licencia en la oficina, y explicó lo sucedido. El oficial le preguntó cuál era su ocupación y Juan respondió que era profesor. Mientras el agente le entregaba la multa, le dijo que no pensara en ella como una sanción.
“Es una matrícula”, le dijo. “Cuando alguien quiere aprender algo, se matricula. Esta es su matrícula para aprender a no olvidar la licencia cuando conduce.
Que tenga un buen día, profesor”.
Como seres humanos, somos propensos a olvidar cosas que no tenemos constantemente a la vista. Olvidamos contestar las llamadas telefónicas, responder los correos electrónicos, regar las plantas, enviar felicitaciones de cumpleaños, etc. Sin embargo, olvidar nuestras necesidades espirituales podría tener consecuencias más graves que simplemente recibir una multa, especialmente porque ellas tienen que ver con nuestro destino eterno.
Analicemos el cruce del Jordán y veamos qué podemos aprender de esa experiencia.

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Lección 02 – Sorprendidos por la gracia

“¿Por qué lo hice otra vez?”. Quizá todos hayamos dicho eso en más de una ocasión, ya que la historia no es lo único que se repite. Los humanos también volvemos a cometer los mismos errores.
Israel tenía ante sí una segunda oportunidad de entrar en la Tierra Prometida, y Josué tomó en serio su misión. El primer paso era tener una idea clara de aquello a lo que se enfrentaban. Para ello, envió a dos espías para que le trajeran información valiosa acerca del territorio a conquistar: su sistema de defensa, su preparación militar, sus reservas de agua y la actitud de la población ante una fuerza invasora.
Podría pensarse que la promesa de Dios de entregar la tierra a los israelitas no requería ningún esfuerzo por su parte. Sin embargo, la seguridad del apoyo divino no anulaba la responsabilidad humana. Israel estaba por segunda vez
en la frontera de Canaán. Las expectativas eran elevadas. La última vez que Israel había estado en la frontera, con la misma tarea, el resultado había sido un fracaso abismal.
Esta semana exploraremos dos de los relatos más fascinantes del libro de Josué y descubriremos su relevancia para nuestra fe hoy. La gracia de Dios tiene infinitas posibilidades de sorprendernos.

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Lección 01 – La fórmula del éxito

En cierta ocasión, Benjamin Zander, director musical de la Orquesta Filarmónica de Boston, impartía una clase de interpretación musical cuando observó que sus alumnos sentían mucha ansiedad ante las evaluaciones de sus interpretaciones. Para tranquilizarlos y estimular todo su potencial, anunció el primer día de clase que todos obtendrían una nota sobresaliente. Esa calificación no era una expectativa que debían cumplir, «sino una posibilidad que había que vivir». El único requisito era que al comienzo del semestre de clases los alumnos escribieran una carta fechada como si hubiera sido redactada al final del cursado, en la que debían explicar por qué merecían esa nota elevada.
El libro de Josué trata acerca de nuevas posibilidades. Moisés, quien había sobresalido durante cuarenta años de la historia de Israel, era parte del pasado. El Éxodo de Egipto y el recorrido por el desierto, trágicamente marcado por la rebelión y la obstinación, habían terminado. Una nueva generación, dispuesta a obedecer a Dios, estaba lista para entrar en la Tierra Prometida, no como una expectativa que cumplir, sino como una experiencia que debía ser vivida.
Analicemos la manera en que Dios inauguró un nuevo capítulo en la vida de Israel y cómo puede hacer lo mismo en la nuestra.

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Lección 13 – El Tabernáculo

La principal tarea del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento (y la nuestra hoy) era vivir en estrecha relación con el Señor, adorarlo, servirlo y representarlo correctamente ante los demás (Deut. 4: 5-8).

En el Jardín del Edén, Adán y Eva se escondieron de Dios porque su pecado hizo que lo temieran. El pecado hace que los seres humanos teman a Dios, y este temor distorsiona nuestra percepción de su carácter. La buena noticia es que Dios tomó la iniciativa y dio el primer paso para zanjar esta brecha y reparar la relación rota al llamar al pecador a volver a él: «¿Dónde estás?» (Gén. 3: 9).

En consecuencia, nuestra misión principal es presentar correctamente el carácter de Dios, sus actos de amor y su justicia a quienes nos rodean. Cuando las personas se sienten atraídas por Dios y están convencidas de su amor, le entregan su vida y hacen lo que él les pide pues reconocen que solo desea lo mejor para ellas.

El Santuario demostró cuán cerca está Dios de la humanidad e ilustró la más grande e importante verdad; a saber, cómo salva a quienes acuden a él con fe.

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Lección 12 – «Te ruego que me muestres tu gloria»

Todos necesitamos crecer en nuestra experiencia personal con Dios. El apóstol Pedro exhorta: «Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Ped. 3: 18). Estamos diariamente en la universidad de Dios, donde no hay graduación, sino un constante proceso de aprendizaje. Puedes ser perfecto en cada etapa de tu desarrollo si permites que Dios te moldee a imagen de Cristo para convertirte en la persona que quiere que seas.

Piensa en una escuela. Si los alumnos de primer grado aprenden a leer y a contar hasta 100, reciben una calificación aprobatoria porque su conocimiento es perfecto en esa etapa de su desarrollo. Sin embargo, si se detectara solo ese mismo nivel de conocimiento en un estudiante de secundaria, eso indicaría un fracaso colosal en su educación. Algo similar ocurre con nuestro crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios. En cada etapa de nuestro desarrollo, podemos ser tan perfectos en nuestra esfera como Cristo lo fue en la suya.

Esta semana estudiaremos cómo fue creciendo Moisés en su experiencia con el Señor como resultado de conocer y seguir las instrucciones de Dios.

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Lección 11 – Apostasía e intercesión

Aunque Moisés había estado ausente del campamento de Israel durante solo cuarenta días, ¿qué sucedió? El pueblo de Dios se apartó de él y adoró a un ídolo, el becerro de oro. ¿Cómo pudieron hacer eso después de tantas señales poderosas, experiencias y milagros?

Podría haber muchas respuestas para ese interrogante y tal vez algo acertado en todas ellas. ¿Acaso el pueblo no entendía quién era Dios en realidad? ¿O fueron sus poderosas experiencias con él eclipsadas por sus deseos carnales y pecaminosos? ¿No apreciaban lo que Dios había hecho por ellos, sino que lo daban todo por sentado? ¿Estaba su entendimiento nublado, estropeado por sus preocupaciones cotidianas y su antigua manera pecaminosa de pensar? ¿Eran simplemente desagradecidos para con las misericordiosas acciones de Dios en su favor? ¿Olvidaron tan rápidamente los poderosos actos de Dios (Sal. 106: 13, 21-23)? ¿O podría adjudicarse todo al fallido liderazgo de Aarón? «Con Aarón también el Señor se enojó en gran manera para destruirlo» (Deut. 9: 20).

Cualesquiera que hayan sido las razones de tan terrible apostasía, ¿qué lecciones podemos extraer de ella, no solo acerca de la pecaminosidad humana, sino del amor misericordioso de Dios hacia los seres humanos a pesar de su pecaminosidad?

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Lección 10 – El pacto y el modelo

Como su Dios, Creador y Redentor, el Señor deseaba estar con su pueblo y habitar en medio de ellos. Nos creó para estar en estrecha comunión con él. Sin embargo, si las relaciones significativas con otras personas requieren tiempo y esfuerzo, lo mismo ocurre con nuestra relación con Dios. Puede ser una experiencia edificante y llena de crecimiento, pero solo si pasamos tiempo con él. En términos prácticos, esto significa estudiar su Palabra (Dios nos habla por medio de ella), orar (abrir nuestro corazón a Dios), y dar testimonio a otros acerca de la muerte, resurrección y retorno de Cristo (participación en la misión de Dios). A medida que Dios nos bendice, nos convertimos en canales de bendiciones para los demás.

La atención debe centrarse en Dios, no en nosotros (Heb. 12: 1, 2). Al conectarnos con él, Dios puede capacitarnos para prestar atención a sus enseñanzas, lo que significa obediencia a su Palabra. No es de extrañar que la generación de seguidores de Cristo de los últimos tiempos sea descrita como integrada por personas que «guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apoc. 14: 12).

Es muy sencillo: amamos a Dios y le somos obedientes como evidencia de ese amor.

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Lección 09 – Cómo vivir la Ley

Dios deseaba que su pueblo fuera diferente de las naciones circundantes. Quería que se establecieran como una devota comunidad de fe que viviera bajo su liderazgo y autoridad. Todos estarían sujetos a su Ley. Los jueces debían ser nombrados administradores de la Ley, y los sacerdotes debían enseñarla. Los padres también desempeñaban un papel crucial.

En cualquier cultura, las leyes revelan los ideales, objetivos, intenciones y carácter de los legisladores. Por ejemplo, cuando el faraón ordenó matar a todos los bebés varones hebreos, esa ley puso de manifiesto que era una persona malvada. A diferencia de ello, si un rey promulgara una ley para que todos los jóvenes de su reino recibieran una educación superior gratuita, muchos la considerarían como una muestra de su generosidad y del deseo de que su país prospere.

La Ley de Dios es una revelación acerca de él, de su bondad, amor, valores, rectitud y oposición al mal. Puesto que la Ley es santa y justa, Dios también lo es. La Ley genera un ámbito propicio para una vida abundante y, si la obedecemos, nos pone a resguardo de peligros y calamidades. El respeto a Dios, a los demás y a los valores de la vida es la base del sistema legislativo divino.

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Lección 08 – El pacto en el Sinaí

¿Hacia dónde condujo Dios a Israel después de liberarlo de Egipto? ¿A la Tierra Prometida? Aunque esa respuesta geográficamente sea correcta, es teológicamente errónea. Dios mismo responde la pregunta de la siguiente manera: «Ustedes vieron lo que hice a los egipcios, y cómo los tomé sobre alas de águila, y los he traído a mí» (Éxo. 19: 4). Por lo tanto, la respuesta bíblico-teológica a la pregunta revela la prioridad y el objetivo de Dios: el Señor los condujo a él.

Cuando los seres humanos se alejan de Dios, él los busca y los llama a volver a él. El mejor modelo de esta profunda verdad está en el Jardín del Edén, cuando Adán y Eva pecaron contra Dios al desobedecer su mandato y se escondieron de él. Él tomó la iniciativa y llamó a Adán: «¿Dónde estás?» (Gén. 3: 9). Él siempre da el primer paso. Jesús lo afirma con elocuencia:

«Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré descanso. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma» (Mat. 11: 28, 29).

Dios nos llama a todos. Nuestro destino eterno depende de nuestra respuesta.

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Lección 07 – El Pan y el Agua de vida

Tras salir de Egipto, Israel emprendió un viaje desconocido hacia la Tierra Prometida. El pueblo se enfrentaba a un exigente y largo camino, y necesitaba aprender una multitud de lecciones. El Señor los guiaría y cuidaría, y deseaba ayudarlos a crecer, pero debían aprender disciplina, dominio propio, abnegación, generosidad, confianza en el Señor y, especialmente, obediencia.

Moisés era un líder visible, y el pueblo tenía que seguirlo y aceptar su liderazgo si querían triunfar. Era crucial que permanecieran unidos, que cooperaran como comunidad y que se ayudaran mutuamente. Había muchos obstáculos y desafíos por delante. Gran parte de su crecimiento espiritual dependería de cómo enfrentaran esos desafíos y respondieran a Moisés, especialmente cuando los retos fueran grandes.

El conocido adagio chino de que «un viaje de mil kilómetros comienza con un solo paso» era acertado en la situación de ellos, y necesitaban confiar en las indicaciones del Señor a cada paso. Trágicamente, como veremos, no aprendieron esas lecciones tan fácilmente. Pero ¿quién lo hace?

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