«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 06 – El enemigo interno

Josué 7 registra el primer caso en este libro en el que el pueblo de Israel sufrió, a través de una trágica experiencia, las consecuencias de largo alcance de la ruptura del pacto y su profundo significado. Mientras que la obediencia a las estipulaciones del pacto aseguraba la victoria, ignorar los términos de dicho acuerdo acarreaba la derrota. El éxito militar de Israel no dependía del número de su población, de su estrategia militar o de tácticas inteligentes, sino de la presencia del Guerrero divino con ellos.

Durante la conquista de la Tierra Prometida, Israel tuvo que aprender la difícil lección de que su enemigo más peligroso no estaba fuera de su campamento, sino entre sus propias filas. El mayor desafío que se les presentaba no eran las murallas fortificadas de las ciudades cananeas ni su avanzada tecnología militar, sino la obstinación de los individuos de su propio campamento en ignorar voluntariamente las instrucciones del Señor.

Enfrentamos desafíos similares mientras aguardamos nuestra herencia celestial (1 Ped. 1: 4; Col. 3: 24). Nuestra fidelidad es puesta a prueba a las puertas de la Tierra Prometida y solo podemos salir victoriosos si nos entregamos a Jesucristo.

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Lección 05 – Dios pelea por ustedes

El libro de Josué contiene algunas escenas inquietantes. El concepto de la guerra por orden de Dios –que un grupo de personas reciba y ejecute el mandato divino de destruir a otro– plantea serios interrogantes.

El tema de la guerra por orden divina en el Antiguo Testamento es desafiante. Dios aparece en el Antiguo Testamento como el Señor soberano del universo. Por lo tanto, todo lo que sucede debe, de alguna manera, estar relacionado con su voluntad, directa o indirectamente. En consecuencia, la pregunta: «¿Cómo puede Dios permitir estas cosas?» resulta inevitable. Vimos la semana pasada que Dios mismo está involucrado en un conflicto que es mucho mayor que cualquier guerra o batalla librada en la historia humana, un conflicto que impregna todos los aspectos de nuestras vidas. También vimos que los acontecimientos de la historia bíblica y secular solo pueden comprenderse plenamente a la luz de ese conflicto.

Esta semana continuaremos explorando la complejidad de las guerras aprobadas por Dios, las limitaciones y condiciones que las rigen, la visión final de la paz anunciada por los profetas del Antiguo Testamento y las implicaciones espirituales de tales guerras.

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Lección 04 – El conflicto detrás de todos los conflictos

La lectura del libro de Josué nos confronta con las agresivas campañas militares llevadas a cabo por orden de Dios, en su nombre y con su ayuda. La idea de que Dios estaba detrás de la conquista de Canaán impregna el libro de Josué y se expresa en las afirmaciones del narrador (Jos. 10: 10, 11), en las propias palabras de Dios (Jos. 6: 2; 8: 1), en los discursos de Josué (Jos. 4: 23, 24; 8: 7) y en las afirmaciones de Rahab (Jos. 2: 10), de los espías (Jos. 2: 24) y del pueblo (Jos. 24: 18). Dios aparece como el originador de estos violentos conflictos.

Esta realidad plantea preguntas inevitables. ¿Cómo entender que el pueblo elegido por Dios llevara a cabo tales acciones? ¿Cómo es posible conciliar la imagen de un Dios «guerrero» con su carácter de amor (por ejemplo, Éxo. 34: 6; Sal. 86: 15; 103: 8; 108: 4) sin que se vean afectadas la credibilidad, la autoridad y la historicidad del Antiguo Testamento?

Esta semana y la próxima exploraremos la difícil cuestión de las guerras libradas por mandato divino en el libro de Josué y en otros lugares.

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Lección 03 – Monumentos de gracia

El policía hizo una señal y Juan tuvo que detenerse. El agente le pidió la licencia de conducir. En ese momento, Juan se dio cuenta de que había dejado su billetera con la licencia en la oficina, y explicó lo sucedido. El oficial le preguntó cuál era su ocupación y Juan respondió que era profesor. Mientras el agente le entregaba la multa, le dijo que no pensara en ella como una sanción.
“Es una matrícula”, le dijo. “Cuando alguien quiere aprender algo, se matricula. Esta es su matrícula para aprender a no olvidar la licencia cuando conduce.
Que tenga un buen día, profesor”.
Como seres humanos, somos propensos a olvidar cosas que no tenemos constantemente a la vista. Olvidamos contestar las llamadas telefónicas, responder los correos electrónicos, regar las plantas, enviar felicitaciones de cumpleaños, etc. Sin embargo, olvidar nuestras necesidades espirituales podría tener consecuencias más graves que simplemente recibir una multa, especialmente porque ellas tienen que ver con nuestro destino eterno.
Analicemos el cruce del Jordán y veamos qué podemos aprender de esa experiencia.

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Lección 02 – Sorprendidos por la gracia

“¿Por qué lo hice otra vez?”. Quizá todos hayamos dicho eso en más de una ocasión, ya que la historia no es lo único que se repite. Los humanos también volvemos a cometer los mismos errores.
Israel tenía ante sí una segunda oportunidad de entrar en la Tierra Prometida, y Josué tomó en serio su misión. El primer paso era tener una idea clara de aquello a lo que se enfrentaban. Para ello, envió a dos espías para que le trajeran información valiosa acerca del territorio a conquistar: su sistema de defensa, su preparación militar, sus reservas de agua y la actitud de la población ante una fuerza invasora.
Podría pensarse que la promesa de Dios de entregar la tierra a los israelitas no requería ningún esfuerzo por su parte. Sin embargo, la seguridad del apoyo divino no anulaba la responsabilidad humana. Israel estaba por segunda vez
en la frontera de Canaán. Las expectativas eran elevadas. La última vez que Israel había estado en la frontera, con la misma tarea, el resultado había sido un fracaso abismal.
Esta semana exploraremos dos de los relatos más fascinantes del libro de Josué y descubriremos su relevancia para nuestra fe hoy. La gracia de Dios tiene infinitas posibilidades de sorprendernos.

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Lección 01 – La fórmula del éxito

En cierta ocasión, Benjamin Zander, director musical de la Orquesta Filarmónica de Boston, impartía una clase de interpretación musical cuando observó que sus alumnos sentían mucha ansiedad ante las evaluaciones de sus interpretaciones. Para tranquilizarlos y estimular todo su potencial, anunció el primer día de clase que todos obtendrían una nota sobresaliente. Esa calificación no era una expectativa que debían cumplir, «sino una posibilidad que había que vivir». El único requisito era que al comienzo del semestre de clases los alumnos escribieran una carta fechada como si hubiera sido redactada al final del cursado, en la que debían explicar por qué merecían esa nota elevada.
El libro de Josué trata acerca de nuevas posibilidades. Moisés, quien había sobresalido durante cuarenta años de la historia de Israel, era parte del pasado. El Éxodo de Egipto y el recorrido por el desierto, trágicamente marcado por la rebelión y la obstinación, habían terminado. Una nueva generación, dispuesta a obedecer a Dios, estaba lista para entrar en la Tierra Prometida, no como una expectativa que cumplir, sino como una experiencia que debía ser vivida.
Analicemos la manera en que Dios inauguró un nuevo capítulo en la vida de Israel y cómo puede hacer lo mismo en la nuestra.

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Lección 13 – El Tabernáculo

La principal tarea del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento (y la nuestra hoy) era vivir en estrecha relación con el Señor, adorarlo, servirlo y representarlo correctamente ante los demás (Deut. 4: 5-8).

En el Jardín del Edén, Adán y Eva se escondieron de Dios porque su pecado hizo que lo temieran. El pecado hace que los seres humanos teman a Dios, y este temor distorsiona nuestra percepción de su carácter. La buena noticia es que Dios tomó la iniciativa y dio el primer paso para zanjar esta brecha y reparar la relación rota al llamar al pecador a volver a él: «¿Dónde estás?» (Gén. 3: 9).

En consecuencia, nuestra misión principal es presentar correctamente el carácter de Dios, sus actos de amor y su justicia a quienes nos rodean. Cuando las personas se sienten atraídas por Dios y están convencidas de su amor, le entregan su vida y hacen lo que él les pide pues reconocen que solo desea lo mejor para ellas.

El Santuario demostró cuán cerca está Dios de la humanidad e ilustró la más grande e importante verdad; a saber, cómo salva a quienes acuden a él con fe.

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Lección 12 – «Te ruego que me muestres tu gloria»

Todos necesitamos crecer en nuestra experiencia personal con Dios. El apóstol Pedro exhorta: «Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Ped. 3: 18). Estamos diariamente en la universidad de Dios, donde no hay graduación, sino un constante proceso de aprendizaje. Puedes ser perfecto en cada etapa de tu desarrollo si permites que Dios te moldee a imagen de Cristo para convertirte en la persona que quiere que seas.

Piensa en una escuela. Si los alumnos de primer grado aprenden a leer y a contar hasta 100, reciben una calificación aprobatoria porque su conocimiento es perfecto en esa etapa de su desarrollo. Sin embargo, si se detectara solo ese mismo nivel de conocimiento en un estudiante de secundaria, eso indicaría un fracaso colosal en su educación. Algo similar ocurre con nuestro crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios. En cada etapa de nuestro desarrollo, podemos ser tan perfectos en nuestra esfera como Cristo lo fue en la suya.

Esta semana estudiaremos cómo fue creciendo Moisés en su experiencia con el Señor como resultado de conocer y seguir las instrucciones de Dios.

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Lección 11 – Apostasía e intercesión

Aunque Moisés había estado ausente del campamento de Israel durante solo cuarenta días, ¿qué sucedió? El pueblo de Dios se apartó de él y adoró a un ídolo, el becerro de oro. ¿Cómo pudieron hacer eso después de tantas señales poderosas, experiencias y milagros?

Podría haber muchas respuestas para ese interrogante y tal vez algo acertado en todas ellas. ¿Acaso el pueblo no entendía quién era Dios en realidad? ¿O fueron sus poderosas experiencias con él eclipsadas por sus deseos carnales y pecaminosos? ¿No apreciaban lo que Dios había hecho por ellos, sino que lo daban todo por sentado? ¿Estaba su entendimiento nublado, estropeado por sus preocupaciones cotidianas y su antigua manera pecaminosa de pensar? ¿Eran simplemente desagradecidos para con las misericordiosas acciones de Dios en su favor? ¿Olvidaron tan rápidamente los poderosos actos de Dios (Sal. 106: 13, 21-23)? ¿O podría adjudicarse todo al fallido liderazgo de Aarón? «Con Aarón también el Señor se enojó en gran manera para destruirlo» (Deut. 9: 20).

Cualesquiera que hayan sido las razones de tan terrible apostasía, ¿qué lecciones podemos extraer de ella, no solo acerca de la pecaminosidad humana, sino del amor misericordioso de Dios hacia los seres humanos a pesar de su pecaminosidad?

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Lección 10 – El pacto y el modelo

Como su Dios, Creador y Redentor, el Señor deseaba estar con su pueblo y habitar en medio de ellos. Nos creó para estar en estrecha comunión con él. Sin embargo, si las relaciones significativas con otras personas requieren tiempo y esfuerzo, lo mismo ocurre con nuestra relación con Dios. Puede ser una experiencia edificante y llena de crecimiento, pero solo si pasamos tiempo con él. En términos prácticos, esto significa estudiar su Palabra (Dios nos habla por medio de ella), orar (abrir nuestro corazón a Dios), y dar testimonio a otros acerca de la muerte, resurrección y retorno de Cristo (participación en la misión de Dios). A medida que Dios nos bendice, nos convertimos en canales de bendiciones para los demás.

La atención debe centrarse en Dios, no en nosotros (Heb. 12: 1, 2). Al conectarnos con él, Dios puede capacitarnos para prestar atención a sus enseñanzas, lo que significa obediencia a su Palabra. No es de extrañar que la generación de seguidores de Cristo de los últimos tiempos sea descrita como integrada por personas que «guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apoc. 14: 12).

Es muy sencillo: amamos a Dios y le somos obedientes como evidencia de ese amor.

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