«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 09 – El Conflicto Cósmico

El gran conflicto entre Cristo y Satanás está en el centro de la teología bíblica. Aunque la idea de un conflicto cósmico entre Dios y las criaturas celestiales que han caído y se han rebelado contra él es un tema destacado de las Escrituras (Mat. 13: 24-30, 37-39; Apoc. 12: 7-10) y también prevalece en gran parte de la tradición cristiana, muchos cristianos la han rechazado o descuidado por completo.
Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, el tema de un conflicto cósmico en el que el Reino de Dios se opone al Diablo y sus ángeles, no es algo que podamos descuidar sin perder la esencia misma de las narraciones bíblicas.
Por ejemplo, los Evangelios contienen numerosas referencias al Diablo y a los demonios que se oponen a Dios.
Para empezar nuestro estudio correspondiente a esta semana, abordaremos cómo se podría responder a las siguientes dos preguntas sobre la base de algunos pasajes bíblicos cruciales:
(1) ¿Dónde enseña la Escritura que existe un conflicto cósmico entre Dios
y Satanás?
(2) ¿Cuál es la naturaleza de ese conflicto, según las Escrituras?

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Lección 08 – Libre albedrío, amor y providencia divina

Providencia es el término utilizado para describir la acción de Dios en el mundo. La forma en que pensamos acerca de la providencia de Dios marca una gran diferencia en cómo nos relacionamos con él y con los demás, y en cómo pensamos acerca del problema del mal.
Los cristianos tienen diversas concepciones acerca de la providencia divina.
Algunos creen que Dios ejerce su poder de tal manera que determina que todos los acontecimientos sucedan tal y como suceden, y que incluso decide quién se salvará y quién se perderá. Según este punto de vista, las personas no son libres de elegir otra cosa que no sea lo que Dios decreta. De hecho, quienes creen de esta manera argumentan que incluso los deseos humanos están determinados por Dios.
En contraste, la sólida evidencia bíblica muestra que Dios no determina todo lo que sucede, sino que concede a los seres humanos libre albedrío, hasta el punto de que ellos (y los ángeles) pueden elegir actuar directamente en contra de la voluntad divina. La historia de la Caída, del pecado y del mal es una expresión dramática y trágica de los resultados del mal uso del libre albedrío. El Plan de Salvación fue instituido para remediar la tragedia causada por ello.

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Lección 07 – El problema del mal

El mal es quizá el mayor problema al que se enfrenta el cristianismo: cómo conciliar el hecho de que Dios es perfectamente bueno y amoroso con la existencia del mal en el mundo. En pocas palabras, si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué existe el mal y por qué existe en semejante escala?
No se trata de un problema meramente académico, sino de algo que preocupa profundamente a muchas personas y que impide a algunos llegar a conocer a
Dios y amarlo.
«Para muchos el origen del pecado y el porqué de su existencia es causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que no pueden explicarse» (Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 483).
Muchos ateos señalan el problema del mal como la razón de su incredulidad. Pero, como veremos esta semana y en las próximas, el Dios de la Biblia es completamente bueno y podemos confiar en él, incluso a pesar del mal que infecta nuestro mundo caído.

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Lección 06 – El amor de Dios por la justicia

En el antiguo Cercano Oriente, los «dioses» de las naciones no solo eran volubles, inmorales e impredecibles, sino que también ordenaban atrocidades, como el sacrificio de niños. Incluso complaciéndolos, los pueblos paganos no podían contar con su favor, por lo que no se atrevían a disgustar a sus «deidades» tribales.
Según Deuteronomio 32: 17, detrás de tales «dioses» había demonios (ver también 1 Cor. 10: 20, 21). Sus formas de culto se prestaban al abuso, y sumían al pueblo en una gran oscuridad espiritual y moral.
El Dios de la Biblia es totalmente diferente de esas fuerzas demoníacas, ya que es perfectamente bueno y su carácter es inmutable. Solo en virtud de la bondad constante de Dios podemos tener esperanza ahora y para la eternidad.
En marcado contraste con los falsos dioses del mundo antiguo, e incluso con los «dioses» modernos, Jehová se preocupa profundamente por el mal, el sufrimiento, la injusticia y la opresión, todo lo cual condena de manera constante e inequívoca y hará desaparecer.

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Lección 05 – La ira del amor divino

La compasión de Dios es generalmente celebrada, pero a muchos les molesta la idea de su ira. Piensan que si Dios es amor nunca debería expresar ira. Sin embargo, esa idea es errónea, ya que su ira surge directamente de su amor.
Algunos afirman que el Dios del Antiguo Testamento es airado y que el del Nuevo Testamento es amoroso. Pero solo hay un Dios, y se revela como el mismo en ambos Testamentos. El Dios que es amor se enoja ante el mal precisamente porque él es amor. Jesús mismo expresó una profunda ira contra el mal, y el Nuevo Testamento registra numerosas veces la ira justa y apropiada de Dios.
La ira de Dios es siempre su respuesta justa y amorosa contra el mal y la injusticia. La ira divina es una justa indignación motivada por la bondad y el amor perfectos, y busca el bienestar de toda la Creación. La ira de Dios es simplemente la respuesta apropiada del amor al mal y a la injusticia. En consecuencia, el mal provoca la pasión de Dios en favor de las víctimas del mal y en contra de sus victimarios. La ira divina es, pues, otra expresión del amor divino.

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Lección 04 – Dios es apasionado y compasivo

A menudo se considera que las emociones son indeseables y deben evitarse.
Para algunos, son intrínsecamente irracionales y, por lo tanto, las personas de bien no deberían ser «emotivas». Según cierta escuela filosófica
griega de la antigüedad, la persona ideal era «racional», insensible a las pasiones y soberana sobre sus emociones mediante el raciocinio.
Las emociones desenfrenadas pueden ser problemáticas. Sin embargo, Dios nos creó con la capacidad de experimentar emociones. Además, él mismo es
retratado en las Escrituras como quien experimenta emociones profundas. Si es así, estas no pueden ser intrínsecamente malas o irracionales, pues el Dios
de la Biblia posee una bondad y una sabiduría perfectas.
Aunque hay hermosas verdades derivadas del hecho de que el amor de Dios por nosotros es profundamente emocional, no debe perderse de vista que ese
amor no es idéntico a las emociones humanas.

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Lección 03 – Para agradar a Dios

Imagina la siguiente situación: En el Día del Padre, un niño de cinco años se acerca a su progenitor con un regalo mal envuelto y se lo entrega emocionado.
El padre le dice: «Hijo, no me importa tu regalo. Al fin y al cabo, no hay nada que puedas darme que me satisfaga. Cualquier cosa que me des la puedo conseguir yo mismo, la he comprado con mi dinero o está hecha con materiales
que yo he pagado. Así que, guárdate tu regalo. No lo necesito ni lo quiero. Pero aun así te amo».
¿Qué te parece la reacción imaginaria de ese padre? Vienen a mi mente palabras como «sin corazón», «frío» e «insensible». ¿Es así como Dios nos responde?
¿Podemos agradar a Dios? Aunque sea difícil de imaginar, incluso nosotros, seres caídos, corrompidos por el pecado y propensos al mal, podemos agradar a Dios. En otras palabras, Dios no nos considera a nosotros ni los dones que le
traemos con la actitud de ese padre. Al contrario, podemos agradar a Dios, pero solo por medio de Cristo.

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Lección 02 – Amor pactual

Se ha enseñado a muchos que la palabra griega agapē se refiere al amor exclusivamente divino, y que otros términos, también traducidos como amor –tal el caso de filia (del verbo fileō)–, designan sentimientos menos sublimes que agapē. Algunos afirman también que agapē se refiere a un amor unilateral, el de alguien que ama pero nunca recibe amor, un amor totalmente independiente de la respuesta humana.
Sin embargo, un estudio cuidadoso del amor divino a lo largo de la Escritura muestra que estas ideas, aunque comunes, son erróneas. En primer lugar, el término griego agapē se refiere no solo al amor de Dios, sino también al amor humano, incluso a veces al amor humano mal dirigido (por ejemplo, en 2 Tim. 4:10). En segundo lugar, a lo largo de la Escritura, muchos términos distintos de agapē se refieren al amor de Dios. Por ejemplo, Jesús enseñó que «el mismo Padre los ama [fileō], porque ustedes me han amado [fileō]» (Juan 16: 27, RVC).
Aquí, el término griego fileō se utiliza no solo para referirse al amor humano, sino también al amor de Dios por los seres humanos. Por tanto, fileō no debe interpretarse como un amor inferior, sino como una expresión auténtica del amor divino.
Las Escrituras también enseñan que el amor de Dios no es unilateral, sino profundamente relacional, en el sentido de que para Dios supone una profunda diferencia que los seres humanos reflejen o no su amor por él y por los demás.

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Lección 01 – Dios ama de pura gracia

Aunque Pedro negó a Jesús tres veces, tal como Jesús había predicho (Mat. 26:34), esas negaciones no fueron el final de la historia. Después de la resurrección, Jesús le preguntó: «‘Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?’ Le respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo:
‘Apacienta mis corderos’. Volvió Jesús a preguntarle: ‘Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?’ Pedro le respondió: ‘Sí, Señor. Tú sabes que te quiero’. Le dijo: ‘Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le preguntó: ‘Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?’ Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez ‘¿Me quieres?’, y respondió:
‘Señor, tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas'» (Juan 21:15-17). Así como Pedro había negado a Jesús tres veces, Jesús restauró a Pedro tres veces por medio de la pregunta crucial: «¿Me amas?» Por diferentes que sean nuestras circunstancias de las de Pedro, en muchos aspectos el principio es el mismo. Es decir, la pregunta que Jesús había hecho a Pedro es, en realidad, la pregunta definitiva que Dios nos hace a cada uno de nosotros en nuestro tiempo y lugar: ¿Me amas? Todo depende de nuestra respuesta a esa pregunta.

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