«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

Lecciones en Audio

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Lecciones de Escuela Sabática en Audio

Lección 13 – El nuevo nacimiento del planeta Tierra

Un día, un niño de doce años que acababa de leer un libro sobre astronomía se negó a ir a la escuela. Su madre llevó al niño al médico de familia, quien le preguntó:
–Guillermo, ¿qué te pasa? ¿Por qué ya no quieres estudiar ni ir a la escuela?
–Porque, doctor –dijo–, leí en este libro de astronomía que un día el Sol se quemará y toda la vida de la Tierra se desvanecerá. No veo ninguna razón para hacer nada si, al final, todo se extinguirá.
–¡Eso no te incumbe! ¡No es asunto tuyo! –exclamó la madre, histérica.
–Pero, Guillermo –le dijo el médico con una sonrisa–, no tienes que preocuparte, porque para cuando eso suceda todos estaremos muertos de todos modos.
Por supuesto, ese es parte del problema: finalmente, de todos modos morimos.
Afortunadamente, nuestra existencia no tiene que terminar en la muerte. Al contrario, se nos ha ofrecido vida, vida eterna, en un mundo renovado.

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Lección 12 – El Deseado de todas las gentes

“Debemos aprender en la escuela de Cristo. Solo su justicia puede darnos derecho a una de las bendiciones del Pacto de la gracia. Durante mucho tiempo hemos deseado y procurado obtener esas bendiciones, pero no las hemos recibido porque hemos fomentado la idea de que podríamos hacer algo para hacernos dignos de ellas. No hemos apartado la vista de nosotros mismos, ni creído que Jesús es un Salvador viviente. No debemos pensar que nos salvan nuestra propia gracia y nuestros méritos; la gracia de Cristo es nuestra única esperanza de salvación. El Señor promete mediante su profeta: ‘Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia; al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar’ (Isa. 55:7). Debemos creer en la promesa en sí, y no aceptar un sentimiento como si fuera fe. Cuando confiemos plenamente en Dios, cuando descansemos sobre los méritos de Jesús como en un Salvador que perdona los pecados, recibiremos toda la ayuda que podamos desear” (FO 35).
Esta semana podremos ver más de esta gran verdad según se revela en los escritos del profeta Isaías.

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Lección 11 – Amor a cambio

Un director de cantos judío y su esposa, que vivían en Lincoln, Nebraska, EE. UU., comenzaron a recibir llamadas telefónicas amenazantes y obscenas. Descubrieron que las llamadas provenían de un cabecilla de un grupo discriminatorio estadounidense, el Ku Klux Klan. Al descubrir su identidad, podrían haberlo entregado a la policía. Pero optaron por un enfoque más radical. Cuando se enteraron de que era lisiado, ¡llamaron a su puerta con un pollo preparado para la cena! Él se quedó completamente atónito. El odio que sentía se deshizo ante el amor de ellos. La pareja siguió visitándolo y la amistad creció. ¡Incluso pensó en hacerse judío!
“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento […]?” (Isa. 58:6, 7). Irónicamente, la pareja de Lincoln ayunó al compartir su cena con un opresor hambriento, ¡y por ende lo liberó de sus propias ataduras de prejuicio injusto!
Aprendamos más sobre este importante principio espiritual, según lo describe el profeta Isaías.

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Lección 10 – Lograr lo impensable

Lough Fook, un cristiano chino, tuvo compasión de sus compatriotas que se habían vuelto esclavos en las minas africanas. Quería darles la esperanza del evangelio, pero ¿cómo podría tener acceso a ellos? Su solución fue venderse por un período de cinco años como esclavo. Fue transportado a Demerara, donde trabajó en las minas y les habló a sus compañeros de trabajo acerca de Jesús.
Lough Fook murió, pero no antes de que doscientas personas fueran liberadas de la desesperanza al aceptar a Jesús como su Salvador.
¡Qué increíble sacrificio personal por el bien de los demás! ¡Qué ejemplo!
Al hacer lo impensable, es decir, humildemente “toma[r] forma de siervo” (Fil. 2:7), Jesús también logró lo inalcanzable: a ti, a mí y a todo el mundo sumido y perdido en el abismo del pecado.
Esta semana veremos este increíble acontecimiento profetizado cientos de años antes de que ocurriera.

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Lección 09 – Servir y salvar

Muchos sienten que sería un gran privilegio visitar los escenarios de la vida de Cristo en la Tierra, caminar por donde él anduvo, mirar el lago en cuya orilla se deleitaba en enseñar, y las colinas y los valles en los cuales sus ojos tan a menudo reposaron. Pero, no necesitamos ir a Nazaret, Capernaum o Betania para andar en las pisadas de Jesús. Hallaremos sus huellas al lado del lecho del enfermo, en los tugurios de los pobres, en las atestadas callejuelas de la gran ciudad, y en todo lugar donde haya corazones humanos que necesiten consuelo. Al hacer como Jesús hizo cuando estaba en la Tierra, andaremos en sus pisadas” (DTG 595).
Isaías habló de un siervo del Señor con una misión similar de misericordia: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. […] Para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas” (Isa. 42:3, 7).
Démosle un vistazo a este Siervo. ¿Quién es él y qué lleva a cabo?

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Lección 08 – «Consolaos, pueblo mío»

La Segunda Guerra Mundial terminó en 1945, mientras un soldado japonés llamado Shoichi Yokoi se escondía en la jungla de la isla de Guam. Los folletos lanzados desde los aviones estadounidenses proclamaban la paz, pero Yokoi pensó que era un truco. Al ser un soldado leal y patriótico del emperador, había prometido no rendirse nunca. Como no tenía contacto con la civilización, vivía de lo que podía encontrar en la jungla, y pasaba miseria y dificultades.
En 1972, 27 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, unos cazadores se encontraron con Yokoi mientras estaba pescando, y recién allí se enteró de que el mensaje de paz había sido cierto. Mientras que el resto de su pueblo disfrutó de la paz durante décadas, Yokoi soportó décadas de privación y estrés (R. Gane, Altar Call, p. 304, adaptado).
Muchos siglos antes, a través del profeta Isaías, Dios anunció que el tiempo de ansiedad y sufrimiento de su pueblo realmente había terminado: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados” (Isa. 40:1, 2).

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Lección 07 – La derrota de los asirios

Un hombre delgado camina descalzo con sus dos hijos. Otra familia acaba de cargar todas sus pertenencias en una carreta tirada por bueyes escuálidos. Un hombre guía los bueyes mientras dos mujeres se sientan en el carro. Los menos afortunados llevan sus pertenencias sobre sus hombros. Los soldados están por todas partes. Un ariete golpea la puerta de la ciudad. Los arqueros que están en la parte superior del ariete disparan a los defensores de los muros. La matanza frenética reina suprema.
Apretamos el botón de avance rápido. Un rey imponente está sentado en su trono, recibiendo el botín y a los cautivos. Algunos cautivos se le acercan con las manos en alto, suplicando piedad. Otros se arrodillan o se agachan. Las descripciones de estas escenas con el rey comienzan con estas palabras: “Senaquerib, rey del mundo, rey de Asiria” y continúan con expresiones como “se sentó en un nēmedu (trono) y el botín de la ciudad de Laquis pasó revista ante él” (J. M. Russell, The Writing on the Wall, 1999).
Esta serie de imágenes, que una vez adornaban los muros del “Palacio sin rival” de Senaquerib, ahora se encuentran en el Museo Británico, ¡y qué his- toria tienen para contar sobre la difícil situación del profeso pueblo de Dios!

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Lección 06 – Jugar a ser Dios

Después de que un pastor predicó un sermón penetrante sobre el orgullo, una mujer que lo había escuchado lo esperó y le dijo que estaba muy angustiada y que le gustaría confesar un gran pecado.
El pastor le preguntó cuál era el pecado.
“–El pecado del orgullo, porque hace unos días me senté frente al espejo admirando mi belleza –respondió ella.
“–Ah –respondió el pastor–, eso no fue un pecado de orgullo, ¡fue un pecado de imaginación!” (C. E. Macartney, compilado por Paul Lee Tan, p. 1.100). Desde que el pecado nació en el corazón de un ángel poderoso, el orgullo no ha respetado los límites de la realidad (ni en los ángeles ni en la gente). Los peores casos de este problema se ven en quienes albergan orgullo espiritual, un rasgo bastante lamentable en seres tan corrompidos que su salvación solo se halla en las obras que otro realiza en favor de ellos.
Esta semana, entre otras cosas, analizaremos el origen del orgullo y la altivez, los dos verdaderos pecados originales.

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Lección 05 – Noble Príncipe de Paz

“El Dr. Robert Oppenheimer, quien supervisó la creación de la primera bomba atómica, compareció ante una Comisión del Congreso [de los Estados Unidos]. Le preguntaron si había alguna defensa a favor del arma. ‘Por supuesto’, respondió el gran físico. ‘Y es…’ El Dr. Oppenheimer echó un vistazo a la audiencia silenciosa y expectante, y dijo suavemente: ‘La paz’ ” (P. L. Tan, Encyclopedia of 7,700 Illustrations: Signs of the Times, p. 989).
Se calcula que, desde el comienzo de los registros históricos, el mundo estuvo completamente en paz solo un ocho por ciento del tiempo. Durante estos años, se han roto al menos ocho mil tratados (P. L. Tan, p. 987, adaptado). Durante el medio siglo posterior al final de la Primera Guerra Mundial, que se suponía que era la guerra para poner fin a todas las guerras, hubo dos minutos de paz por cada año de guerra.
En 1895, Alfred Nobel, el inventor de la dinamita, creó una fundación con el fin de establecer un premio para las personas que hacen una contribución sobresaliente a la paz (P. L. Tan, p. 988, adaptado). No obstante, en los últimos años, incluso algunos ganadores del Premio Nobel de la Paz han participado de violentos conflictos. Esta semana, leeremos sobre el único que puede brindar paz verdadera y eterna.

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Lección 04 – Por las malas

En un edificio en llamas en Harlem, Nueva York, una niña ciega estaba sentada en la ventana del cuarto piso. Los bomberos se habían desesperado. No podían encajar el camión que portaba la escalera entre los edificios, y no pudieron hacer que saltara a una red, que ella, por supuesto, no podía ver.
“Finalmente llegó su padre y gritó a través del megáfono que había una red, y que ella debía saltar cuando él le diera la orden. La niña saltó y estaba tan completamente relajada que no se rompió ningún hueso ni se hizo un esguince en la caída de cuatro pisos. Debido a que confiaba completamente en su padre, cuando escuchó la voz de su padre hizo lo que él dijo que era lo mejor” (M. P. Green, ed., 1500 Illustrations for Biblical Preaching, p. 135).
De la misma manera, Dios ofreció poderosas evidencias de que él quería lo mejor para sus hijos, pero ellos rechazaron las aguas mansas en la que se les presentó por primera vez; por ende, tuvo que hablarles con estrépito, como el ruido de muchas aguas.
¿Qué lecciones podemos aprender hoy de los errores de ellos?

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