«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 13 – El fin de la misión de Dios

El libro de Apocalipsis llena la mente de escenas del fin. El epicentro del libro está en el conflicto cósmico entre Cristo y Satanás. Satanás ha perdido su dominio pretendidamente legal sobre la Tierra, y ahora persigue a aquellos que permanecen leales a Dios. El libro culmina con el regreso de Jesús para liberar a sus hijos. El libro nos muestra también la destrucción de Satanás y de los malvados por medio del fuego, y el establecimiento por parte de Jesús de su Reino eterno en la Tierra hecha nueva.
Los estudiosos del Apocalipsis exploran con entusiasmo y tratan de identificar las señales y los acontecimientos predichos que marcan la historia de la iglesia desde el siglo I d.C. hasta nuestros días, en el tiempo del fin. Y hacen bien.
Sin embargo, en la última lección de este trimestre, veremos que el Apocalipsis es un libro misionero centrado en un Dios misionero que nos llama a ser una iglesia misionera. Nuestro llamado a proclamar la “verdad presente” al mundo existirá hasta que todos hayan tomado la decisión a favor o en contra de Dios.

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Lección 12 – Ester y Mardoqueo

Uno de los relatos más inspiradores de la Biblia, un relato de “ministerio transcultural”, se encuentra en el libro de Ester. Por milenios se ha escrito mucho sobre este libro, y hasta el día de hoy muchos judíos celebran la fiesta de Purim, basada en Ester 9:26 al 31.
Ester y su pariente Mardoqueo eran judíos que vivían en la capital del Imperio Persa, Susa. Por alguna razón, a diferencia de otros judíos que habían regresado a Judá, ellos, junto con otros, se quedaron en la tierra de su cautiverio.
Entonces, por una serie de providencias, Ester se convierte en reina. “Y el rey amó a Ester más que a todas las mujeres, y halló más gracia y más favor ante
él que todas las doncellas; y puso la corona real en su cabeza y la declaró reina en lugar de Vasti” (Est. 2:17).
En esa función, Ester, aunque a regañadientes, pudo desempeñar un papel importante en la historia bíblica. A su manera, esta historia muestra cómo el pueblo de Dios, incluso en entornos extranjeros, puede dar testimonio de la verdad.
Si tienes tiempo, lee (u ojea) el libro de Ester para el estudio de esta semana.

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Lección 11 – Misión en favor de los no alcanzados: Segunda parte

Desde el principio, un Dios amoroso buscó a sus hijos perdidos (Gén. 3:9); y, hasta hoy, este mismo Dios amoroso sigue tratando de alcanzar a los
perdidos (ver Apoc. 14:6-12), incluyendo a los perdidos de las ciudades. En 2018, la ONU publicó sus últimas estadísticas, según las cuales el 55 % de la
población del planeta vive en zonas urbanas, y esta cifra aumentará (si el tiempo dura) hasta el 68 % en 2050. No tenemos opción: debemos dar testimonio a los
que viven en las ciudades.
Sin embargo, muchos miembros del pueblo de Dios actúan como Jonás cuando son llamados a dar testimonio en una ciudad: por la razón que sea,
huyen de la tarea. Cuando estuvo sobre la Tierra, Jesús ministró no solo a los habitantes de las ciudades de Israel, sino también a los de regiones extranjeras; es decir, a los de fuera de la nación judía y del pueblo elegido.
Esta semana, estudiaremos el relato bíblico de la misión de Cristo a Tiro y Sidón, y extraeremos lecciones para aplicarlas a nuestra vida actual.

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Lección 10 – Misión en favor de los no alcanzados: Primera parte

Al describir lo que Pablo hizo en Atenas, Lucas escribió: “Así, razonaba en la sinagoga con los judíos y con otros piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían” (Hech. 17:17). Naturalmente, Pablo habría estado más cómodo trabajando entre los judíos, su propia carne y sangre. Pero el apóstol se negó a conformarse con trabajar únicamente entre los suyos. Había sido llamado a alcanzar a otros también. O Pablo podría haber trabajado solo con los gentiles “temerosos de Dios”, cuya visión del mundo ya había experimentado un cambio sustancial. Estos tenían una base bíblica sobre la que Pablo podía construir, aunque todavía necesitaran conocer al Dios a quien “temían”: Jesús, el Mesías.
Pero, no. Mientras estuvo en Atenas, una ciudad famosa por su filosofía, Pablo trató de llegar a la gente de allí también, que tenía un trasfondo y una cosmovisión radicalmente diferentes de la de los hebreos y su historia sagrada, que constituía el fundamento de la fe que Pablo quería enseñar a los atenienses.
¿Cómo trató Pablo de llegar a esa gente y qué podemos aprender de sus intentos?

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Lección 09 – Misión en favor de los poderosos

Si bien se escribió hace muchos años, la Biblia, la Palabra de Dios, es la revelación de la verdad de Dios para nuestro mundo. Y, entre las muchas
verdades que revela, está la de la naturaleza humana, y que básicamente somos todos iguales: pecadores necesitados de la gracia divina. Esto incluye a los ricos y los poderosos. Los ricos y los poderosos de los tiempos bíblicos no eran diferentes de los ricos y los poderosos de los tiempos modernos, especialmente en su búsqueda de riqueza, fama y poder, muchas veces (aunque no siempre) a expensas de los vulnerables. Sin embargo, Dios demuestra el mismo interés por la salvación de los ricos y los poderosos que por los débiles y los necesitados.
Las Escrituras ofrecen algunos ejemplos apasionantes de personajes bíblicos que eran poderosos, o ricos o ambas cosas, y cómo Dios los utilizó para ser de bendición para las naciones: Abraham, Isaac, Job, Salomón y José, por citar algunos ejemplos. Esta semana, exploraremos la misión de Dios en favor de los ricos y los poderosos. Emprendamos el viaje para ver cómo Dios alcanzó a algunas de estas personas y cómo llama y prepara a los adventistas para dar testimonio a ellos también en la actualidad.

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Lección 08 – Misión en favor de los necesitados

Lucas 5:17 al 26 ofrece muchas ilustraciones de cómo Dios ayuda a los necesitados. A veces, Dios utiliza a otros para ayudarnos a nosotros, o nos usa a nosotros para ayudar a los demás. Al ayudar a los necesitados, estamos ejemplificando de forma práctica el ministerio de Jesucristo. En ocasiones, es fácil saber quién necesita ayuda; otras veces se hace difícil saberlo. En cualquier situación, somos llamados a ser ayudantes de Dios en favor de todos los necesitados, sin importar su origen. La Biblia nos anima a acercarnos a los desconocidos, y al ganarnos su confianza, podremos descubrir mejores maneras de ayudarlos a encontrar a Jesús.
En la lección de esta semana, nuestra temática, “Misión en favor de los necesitados”, muestra que Dios tiene un plan para alcanzar a los necesitados de diversas maneras. Sus necesidades podrían ser físicas, emocionales, económicas, o incluso sociales; es decir, algunos pueden considerarse marginados de su comunidad o familia. Cualquiera que sea la necesidad, debemos estar dispuestos a hacer lo posible para ayudar. Esta es una parte central de lo que significa ser cristiano y de lo que debe incluir la misión.

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Lección 07 – Misión en favor del prójimo

Todos conocemos el pasaje: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Luc. 10:27, NVI). No obstante, nuestro amor por Dios puede volverse superficial si decimos que lo amamos pero no le somos obedientes. Amar a Dios requiere un compromiso total de nuestra parte: corazón, alma, cuerpo y mente, todos los días. Cualquiera puede decir que ama a Dios; sin embargo, llevarlo a la práctica requiere un esfuerzo consciente.
Aunque amar a Dios es bueno e importante, Dios también quiere que amemos a los demás, porque nuestro amor por los demás refleja nuestro amor por Dios de una manera poderosa y muy real. Primera de Juan 4:20 declara: “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Pablo también expresa en Gálatas 5:14: “Toda la ley se cumple en este solo precepto: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ”.
Esta semana aprenderemos cómo aplicar esta lección a nuestra vida.

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Lección 06 – Motivación y preparación para la misión

Pablo escribió a los filipenses: “Es verdad que algunos predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros lo hacen de buena voluntad. Estos lo anuncian por amor, sabiendo que estoy puesto para defensa del evangelio; otros anuncian a Cristo por rivalidad, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones. Pero ¿qué importa? Lo importante es que, por pretexto o por verdad, Cristo sea anunciado; y esto me alegra y me seguirá alegrando” (Fil. 1:15-18).
¡Qué palabras poderosas! No obstante, lo ideal es que nuestras motivaciones para predicar a Cristo, para la misión, para alcanzar a otros con las buenas nuevas, sean por amor y por verdad, y no por ambición egoísta, envidia ni contienda. ¿Cuáles son, entonces, algunas de las motivaciones para predicar a Cristo, y cuáles son algunas de las formas en que podemos prepararnos para hacerlo? Esta semana analizaremos algunos acontecimientos de la iglesia primitiva que pueden orientarnos sobre estos aspectos cruciales de la misión.

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Lección 05 – Excusas para eludir la misión

No todos los que fueron llamados a la misión fueron tan obedientes como Abraham. Jonás es un ejemplo (lee Jon. 1-4). Dios llamó a Jonás para que pregonara contra Nínive, la capital de Asiria. Esta ciudad, situada en la actual Irak, estaba a novecientos kilómetros de Jerusalén, una distancia considerable. Jonás no solo se negó a ir, sino además huyó en dirección contraria, hacia Tarsis, ahora el sur de España. Navegar los tres mil doscientos kilómetros del viaje le habría llevado al menos un mes, dependiendo del tiempo. Como no quería enfrentarse al rey de Asiria, Jonás aprovechó el mes que le habría llevado llegar a Nínive para alejarse de él. ¿Por qué él, un hombre de Dios, habría hecho eso?
Los ninivitas eran notoriamente malvados, un pueblo conocido por su per- versidad y crueldad que ya había atacado a Israel y Judá. Sin embargo, Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive y predicara contra su gran maldad (Jon. 1:2). La expresión literaria aquí es muy similar a la que Dios utilizó con Abraham res- pecto de Sodoma y Gomorra en Génesis 18:20 y 21. Sin embargo, como veremos, Jonás no era Abraham. ¿Qué podemos aprender de la actitud de Jonás de poner excusas para no cumplir con la misión?

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Lección 04 – Compartir la misión de Dios

Desde el comienzo, Abraham quiso que Dios lo utilizara para la misión. Esta verdad se hace evidente, por ejemplo, en Génesis 18, cuando Dios le advirtió lo que sucedería con Sodoma y Gomorra. “Nada hace Dios, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Y en la historia de Sodoma y Gomorra, “su siervo el profeta” era Abraham.
Abraham estaba descansando durante el calor del día cuando vio a tres viajeros. “Abraham no había visto en sus huéspedes más que tres viajeros cansados, sin imaginarse que entre ellos había Uno a quien podía adorar sin cometer pecado” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 133). No obstante, Abraham pronto se comprometió personalmente con la misión de Dios, al orar e interceder por el pueblo de Sodoma y Gomorra, procurando su salvación. En cierto sentido, si la misión no consiste en eso, ¿en qué consiste?
A lo largo de este capítulo, se revelan tres grandes cualidades espirituales de Abraham: la hospitalidad, el amor y la oración, cualidades que también pueden ser de gran ayuda en la misión.

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