«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 13 – Un paso de fe

“Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los redimidos estén con el Redentor delante del Trono de Dios. Entonces, al percibir de repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la Patria eterna, recordaremos que Jesús dejó todo eso por nosotros; que no solo se exilió de las cortes celestiales, sino también por nosotros corrió el riesgo de fracasar y perderse eternamente. Entonces arrojaremos nuestras coronas a sus pies y elevaremos este canto: ‘¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!’ ” (DTG 105).
Cuando respondemos a su dirección, aceptamos su mandato y nos unimos a él para alcanzar a las personas perdidas para su Reino, se requiere sacrificio. Aunque nuestros sacrificios nunca pueden compararse de ninguna manera con los de Jesús, el ministerio ganador de almas también es para nosotros un salto de fe. Nos lleva fuera de nuestras zonas de confort a aguas desconocidas. A veces nuestro Señor nos llama a hacer sacrificios, pero las alegrías que ofrece son mucho mayores.

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Lección 12 – Un mensaje que vale la pena compartir

La muerte expiatoria de Cristo fue universal; es decir, estaba destinada a todas las personas que hayan vivido, independientemente de cuándo o dónde. Es una noticia increíblemente buena que Jesús, en su vida, muerte y resurrección, haya triunfado sobre los principados y potestades del infierno. El evangelio tiene todo que ver con Jesús.
La Biblia se enfoca en las dos venidas de Jesús. Vino una vez para redimirnos y volverá para llevarse a casa lo que ha comprado a un costo extraordinario e infinito. El último libro de la Biblia, Apocalipsis, fue escrito especialmente con el fin de preparar al mundo para el regreso de Jesús. Es un mensaje urgente para esta generación. En la lección de esta semana, estudiaremos la relevancia de Apocalipsis para la sociedad contemporánea, del siglo XXI. Juntos descubriremos un nuevo llamado de Jesús a su iglesia del tiempo del fin para compartir este mensaje de los últimos días.

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Lección 11 – Compartir la historia de Jesús

Como se indicó en una lección anterior, nada argumenta más elocuentemente en favor del poder del evangelio que una vida cambiada. La gente puede discutir tu teología; puede debatir sobre doctrinas; puede cuestionar tu comprensión de las Escrituras; pero rara vez cuestionará tu testimonio personal de lo que Jesús significa para ti y lo que ha hecho en tu vida.
Testificar es compartir lo que sabemos acerca de Jesús. Es dejar que otros sepan lo que él significa para nosotros y lo que ha hecho por nosotros. Si nuestro testimonio consiste únicamente en tratar de probar que lo que creemos es correcto y que lo que otros creen es incorrecto, nos encontraremos con una fuerte oposición. Si nuestro testimonio sobre Jesús proviene de un corazón que ha sido transformado por su gracia, conquistado por su amor y asombrado por su verdad, los demás quedarán impresionados por la forma en que la verdad que creemos ha impactado nuestra vida. La verdad presentada en el contexto de una vida cambiada marca la diferencia.

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Lección 10 – Una forma apasionante de participar

Alguien ha dicho: “Hay fuerza en los números”. En cierto sentido, eso es cierto. ¿Alguna vez has notado que estás mucho más motivado para hacer ejercicio si lo haces con un grupo de personas que si tienes que hacer ejercicio solo cada día? Muchas personas se afilian a clubes de salud, gimnasios e instalaciones de ejercicio porque creen que harán más ejercicio y lo disfrutarán mejor si hacen ejercicio con otras personas. De manera similar, Dios nos ha creado para la comunión. Somos seres sociales, y como sucede con el ejercicio también sucede con muchas cosas en la vida: lo hacemos mejor si tenemos un sistema de apoyo social. Esto es especialmente cierto en asuntos espirituales.
En la Biblia, los grupos pequeños se destacan como uno de los métodos de Dios para fortalecer nuestra fe, aumentar nuestro conocimiento de su Palabra, profundizar nuestra vida de oración y capacitarnos para dar testimonio.

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Lección 09 – Desarrollar una actitud ganadora

Cuanto más estudiamos la vida de Jesús, más nos maravillamos de su habilidad para aceptar y afirmar a las personas. Aunque pronunció reprimendas ásperas a los líderes religiosos de su época, recibió con gusto a aquellos que estaban luchando con el pecado, plagados de culpa y condenados sin remedio. Su misericordia se extendió incluso a los pecadores más viles. La profundidad de su perdón era infinitamente más profunda que la profundidad del pecado de ellos. Su amor no conocía límites.
Jesús nunca exhibió un solo tinte de orgullo o superioridad. Veía en cada ser humano a alguien creado a imagen de Dios pero caído en el pecado, y a quien vino a salvar. Nadie estaba más allá de su amor. Ninguno había caído tan bajo que su gracia no podía alcanzarlo. Mostró respeto a todas las personas con las que entró en contacto y las trató con la dignidad que merecían. Influía en las personas para su Reino porque creía en ellas. Sus vidas cambiaban en su presencia porque se preocupaba mucho por ellas. Se elevaban para convertirse en lo que él creía que podían ser.

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Lección 08 – Ministrar como Jesús

Jesús realmente se preocupaba por las personas. Estaba más interesado en sus preocupaciones y necesidades que en las suyas. Su vida estaba totalmente centrada en otras personas. El suyo fue un ministerio de amorosa compasión. Jesús satisfacía las necesidades físicas, mentales y emocionales de las personas que lo rodeaban, y por lo tanto, sus corazones se abrían a las verdades espirituales que Jesús enseñaba. Cuando sanaba a los leprosos, abría los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, liberaba a los endemoniados, alimentaba a los hambrientos y cuidaba de los necesitados, los corazones se conmovían y las vidas cambiaban.
“Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les pedía: ‘Sígueme’ ” (MC 102). Jesús reconocía que el mundo necesita una demostración del evangelio tanto como necesita su proclamación. El testimonio vivo de una vida como la de Cristo, comprometida a ministrar a los demás, es un poderoso testimonio de las palabras que hablamos y le da credibilidad a nuestro testimonio.

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Lección 07 – Compartir la Palabra

Cuando testificamos, hablamos de Jesús. Pero ¿qué sabríamos de Jesús sin la Biblia? De hecho, ¿cuánto sabríamos sobre el Gran Conflicto; el amor de Dios; el nacimiento, la vida, el ministerio, la muerte, la resurrección y el regreso de nuestro Señor, si no tuviéramos las Escrituras?
Aunque la naturaleza revela la majestad y el poder de Dios, no revela el plan de salvación. Jesús, a través de la Persona del Espíritu Santo, es “la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre” (Juan 1:9, BLA). Aun así, sin la Palabra de Dios para explicar completamente la verdad divina, la revelación del Espíritu Santo a nuestros corazones es limitada. La Palabra escrita de Dios es la revelación más clara y completa de Jesús, la Palabra viviente. Aunque los líderes religiosos estudiaban la Palabra de Dios, muchos no en- tendían su mensaje principal. Jesús dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Correctamente entendida, cada enseñanza de la Biblia refleja la belleza del carácter de Jesús. Cuando compartimos la Palabra de Dios, nuestro objetivo principal no es demostrar que tenemos razón y que la otra persona está equivocada; es revelar a Jesús en cada faceta
de la verdad que compartimos.

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Lección 06 – Posibilidades ilimitadas

Dios nos llama a testificar por él (Hech. 1:8; Isa. 43:10). Testificar no es un don espiritual especial que solo poseen unos pocos elegidos. Testificar es el llamado divino de cada cristiano.
La Biblia usa diferentes expresiones para describir nuestro llamado ante Dios. Debemos ser “la luz del mundo”, “embajadores de Cristo” y un “real sacerdocio” (Mat. 5:14; 2 Cor. 5:20; 1 Ped. 2:9). Este mismo Dios que nos llama a ser testigos y a servir nos capacita para la tarea. Él imparte dones espirituales a cada creyente. Dios no llama a los calificados. Él califica a los que ha llamado. Así como da la salvación libremente a todos los que creen, también les da sus dones libremente.
Al consagrarnos a Dios y dedicar nuestra vida a su servicio, nuestras posibilidades de servir son infinitas. “No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida consagrada por completo a Dios” (MC 116).
En la lección de esta semana, estudiaremos nuestras posibilidades ilimitadas de servicio a través del don del Espíritu Santo.

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Lección 05 – Testificar con el poder del Espíritu

Cuando Jesús ordenó a los primeros creyentes: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15), debió haber parecido una misión imposible. ¿Cómo podrían lograr un desafío tan grande? Sus números eran muy pequeños. Sus recursos eran limitados. Eran un grupito de creyentes comunes, sin educación. Pero tenían un Dios extraordinario que los llenaría de poder para su misión extraordinaria.
Jesús declaró: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). El derramamiento del Espíritu Santo les permitiría compartir el mensaje de la Cruz con un poder capaz de cambiar la vida y cambiar al mundo. Hechos declara que estos primeros creyentes “trastornaron el mundo entero” (17:6). El apóstol Pablo agrega que el evangelio “se predica en toda la creación que está debajo del cielo” (Col. 1:23). En la lección de esta semana, nos enfocaremos especialmente en el papel del Espíritu Santo al llenar de poder nuestro testimonio por Cristo.

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Lección 04 – El poder de la oración: Interceder por otros

Los miembros de la iglesia del Nuevo Testamento sentían su necesidad de orar. “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hech. 4:31).
Nota: los discípulos oraron. Fueron llenos del Espíritu Santo, y luego hablaron la Palabra de Dios con denuedo y confianza.
Hubo una relación directa entre sus oraciones, el derramamiento del Espíritu Santo y la proclamación poderosa de la Palabra de Dios. “Los discípulos […] no pedían una bendición simplemente para sí. Estaban abrumados por la preocupación de salvar almas. Comprendían que el evangelio había de proclamarse al mundo, y demandaban el poder que Cristo había prometido” (HAp 30, 31).
Cuando buscamos a Dios e intercedemos por los demás, Dios obra en nuestros propios corazones para acercarnos a él y nos da la sabiduría divina con el fin de alcanzarlos para su Reino (Sant. 1:5). Él también trabaja poderosamente en su vida para atraerlos a él (1 Juan 5:14-17).

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