«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lecciones de Escuela Sabática en Audio

Lección 04 – Por las malas

En un edificio en llamas en Harlem, Nueva York, una niña ciega estaba sentada en la ventana del cuarto piso. Los bomberos se habían desesperado. No podían encajar el camión que portaba la escalera entre los edificios, y no pudieron hacer que saltara a una red, que ella, por supuesto, no podía ver.
“Finalmente llegó su padre y gritó a través del megáfono que había una red, y que ella debía saltar cuando él le diera la orden. La niña saltó y estaba tan completamente relajada que no se rompió ningún hueso ni se hizo un esguince en la caída de cuatro pisos. Debido a que confiaba completamente en su padre, cuando escuchó la voz de su padre hizo lo que él dijo que era lo mejor” (M. P. Green, ed., 1500 Illustrations for Biblical Preaching, p. 135).
De la misma manera, Dios ofreció poderosas evidencias de que él quería lo mejor para sus hijos, pero ellos rechazaron las aguas mansas en la que se les presentó por primera vez; por ende, tuvo que hablarles con estrépito, como el ruido de muchas aguas.
¿Qué lecciones podemos aprender hoy de los errores de ellos?

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Lección 03 – Cuando tu mundo se cae a pedazos

Un sábado, Connie y Roy estacionaron frente a su casa al volver de la iglesia. Una gallina pigmea pasó volando frenéticamente frente a ellos por el jardín. Algo andaba mal. Se suponía que las aves domésticas debían estar a salvo en su corral, pero habían salido. Tras una investigación rápida, descubrieron que estaban en medio de una tragedia. Beethoven, el perrito del vecino, también había escapado de su patio y estaba al lado del estanque sosteniendo a Daisy con la boca. Daisy era una hermosa gallina ponedora con suaves plumas blancas en la cola. Connie rescató a Daisy, pero ya era demasiado tarde. Su preciosa mascota, ahora con el cuello destrozado, pronto murió en los brazos de Connie. Ella se sentó llorando, con el ave muerta.
Había otra mascota que estaba profundamente conmovida. Un pato alto y blanco llamado Waddlesworth vio que Connie sostenía a Daisy y, al pa- recer, supuso que ella la había matado, por lo que en las semanas siguientes, cada vez que Waddlesworth veía a Connie, él la atacaba brutalmente, pe- llizcándola dolorosamente con su fuerte pico. A veces es difícil determinar quiénes son tus amigos y tus enemigos.
Esta semana consideraremos a un rey de Judá que también tuvo este problema, y trataremos de entender por qué se equivocó en sus decisiones.

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Lección 02 – Crisis de liderazgo

Cuando uno de sus discípulos le preguntó a Confucio acerca de los ingredientes de un buen gobierno, este le respondió:
“–Comida suficiente, armas suficientes y la confianza de la gente común.
“–Pero supongamos que no tiene más remedio que prescindir de uno de esos tres, ¿a cuál renunciaría? –preguntó el discípulo.
“–A las armas –dijo Confucio.
“–Supongamos que luego se ve obligado a prescindir de uno de los dos que quedan, ¿a cuál renunciaría? –persistió su discípulo.
“–A la comida –respondió Confucio–. Desde hace mucho tiempo, el hambre ha sido la suerte de todos los hombres, pero un pueblo que ya no confía en sus gobernantes está realmente perdido” (M. P. Green, ed. 1500 Illustrations for Biblical Preaching, p. 215).
De hecho, la gente quiere un liderazgo fuerte y confiable. Cuando un soldado se estaba inscribiendo para un segundo período de servicio, el reclutador del ejército le preguntó por qué quería volver a alistarse. “Intenté llevar vida de civil”, dijo, “pero nadie se hace cargo allí afuera”.
Esta semana, analizaremos la crisis de liderazgo de Judá y los tristes resultados posteriores.

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Lección 01 – Crisis de identidad

Perdidos en la tierra del olvido. Si vas por Irlanda por un camino rural angosto bordeado de setos, quizás encuentres el camino bloqueado por una vacada que vuelve a casa después de una comida crujiente. Incluso si no hay un pastor con ellas, irán al cobertizo de su dueño. Sabrán adónde ir y a quién pertenecen.
Si un niñito en una tienda se separa de su madre y grita, “¡Perdí a mi mamá!”, es posible que no sepa exactamente dónde está él ni dónde está su madre, pero en medio de un mar de madres que caminan por la tienda reconocerá a la madre que es suya únicamente.
Lamentablemente, a diferencia de esas vacas irlandesas (o de ese niño perdido), el pueblo de Judá olvidó que pertenecía al Señor, su Padre celestial, y por lo tanto perdió su verdadera identidad como pueblo del Pacto. “Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isa. 1:2, 3).
Esta semana veremos la obra de Dios con el fin de restaurar a su pueblo para sí.

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